lunes, 20 de diciembre de 2010

CARTAS DE PAPÁ NOEL: ¿NAVIDAD SIN CORRESPONDENCIA? De los fantasmas de Dickens a la descristianización de las pascuas decembrinas. Por Jesús Garrido.




El término correspondencia hace alusión a las cartas que se despachan o se reciben, pero también al trato recíproco entre dos personas y a la relación que existe o se establece entre los elementos de distintos conjuntos o relaciones. Hablamos entonces de un mecanismo de comunicación humana y de correlación entre dos o más cosas.
Hay cartas que han trascendido su ámbito estrictamente personal, constituyéndose en paradigmas histórico-literarios. Tenemos, por un lado, Las cartas de Pablo a los corintios,  ejemplo del  afán de unidad y uniformidad entre los primeros grupos cristianos; Las cartas de Abelardo y Eloisa, visión invaluable de los códigos amorosos y el lenguaje utilizado en la edad media; o las modernas cartas de Jean Paul Sartré a Simone de Beauvoir:  Cartas al castor, espejos existencialistas de un mundo indeciso entre el amor y el hedonismo, entre los atavismos ideológicos y la incertidumbre de la post modernidad.
Estas y muchas otras misivas famosas fueron recopiladas y editadas en libros a favor de la cultura y la erudición pero acaso han sido leídas a nombre de la indiscreción y la curiosidad. En 1973, cumplidos tres años de la muerte de J. R. R. Tolkien, fue publicado el libro Las cartas de Papá Noel por la esposa de Christopher Tolkien, hijo del autor de El hobbit y El señor de los anillos y de toda una saga de literatura fantástica relativa a un mundo de ficción; la Tierra Media.  
John Ronald Reuel Tolkien nació en Bloemfontein, Sudáfrica en 1892, pero desde la edad de cuatro años se instaló con sus padres en Inglaterra donde estudió y se convirtió con el tiempo en un extraordinario filólogo, apasionado de las literaturas antiguas, tanto así, que yendo más allá de sus funciones como profesor de anglosajón en Rawlinson y Bosworth en la Universidad de Oxford y en Merton, recreó o reconstruyó dialectos que serían el habla de los personajes creados en su basta obra literaria.
Letters from Christmas father o Las cartas de Papá Noel, como se le conoce en español, está formado por la recopilación de las cartas que Tolkien escribió a sus hijos en Navidad desde 1920 a 1936. Las cartas, dirigidas a un público infantil, eran escritas supuestamente por el mismo Papá Noel y en ellas narraba sus aventuras en el Polo Norte rodeado de sus ayudantes, el Oso Polar, elfos y gnomos. Los documentos son extremadamente tiernos y enriquecen o actualizan la mitología europea de duendes y hadas y no guardan correspondencia directa con el cristianismo. Tolkien parece orientarse así, más que al consabido proceso de aculturización o sincretismo utilizado como estrategia evangelizadora, hacia una reinvindicación de las culturas sajonas primitivas en respuesta a la opresión de centurias por parte de la civilización judeo-cristiana.
El proceso, sin embargo, no inició con Tolkien, y acaso estuvo latente desde la conversión de los pueblos nórdicos al cristianismo , de ahí una buena parte de la ferocidad de la Inquisición durante la contrarreforma.
El camino en literatura, aunque no tan antiguo, también es culebrero: a long and winding road.  La canción (o cuento) de Navidad  de Charles Dickens es el primer y más célebre título del subgénero navideño. Más que una glorificación del culto religioso, La canción de Navidad es una obra precursora de Edgard Poe, la literatura negra y el cuento fantástico moderno. Charles Dickens traslada el peso de la historia no hacia los personajes humanos (con todo que el señor Schrooge, capitalista explotador que espía sus culpas pagando las fiestas, robe cámara en las versiones fílmicas o que el pequeño Tiny y su enfermedad y pobreza nos hagan pensar en una versión, ajustada al calendario decembrino, de Oliver Twist o David Copperfield, dos pequeños y sufridos héroes de la saga Dickensiana) sino a los fantasmas de las navidades pasadas, presente y futuras. La canción de navidad es un festín de aparecidos que destilan ectoplasma en contra de quien no quiere consumir los productos de la temporada.
Fiel exponente de su época y su geografía, Dickens evidencia el afán de la religión protestante hacia la practicidad y la desmitificación de la vida moderna, pragmática y tecnológica. Instalado en la Inglaterra industrial y racionalista de fines del siglo XIX, Dickens es un ejemplo del realismo a la inglesa: su obra trata de reflejar los acontecimientos que preocupan a la primera sociedad mayoritariamente urbana del mundo. Por eso se solaza en el sufrimiento de la clase proletaria, son años de un capitalismo a ultranza, saturada de hollín, madres solteras, niños huérfanos y bastardos. La narrativa de Charles Dickens no está exenta de cierta carga de piedad y esperanza, contradicente del naturalismo-realismo literarios, pero acaso tenga que ver más con su propia experiencia de vida y con el moralismo imperante en la Inglaterra victoriana.
Los ejemplos de la atenuación o anulación del matiz religioso en el género se suceden, uno  tras otro, pasando por El casacanueces de Hoffman y El Grinch.
La tendencia es heredada por el cine: El expreso polar o los patéticos y/o desafiantes cromos insertados en Gremlins y en el colegio Hogwars de Harry Potter.
Volviendo a las cartas de Tolkien, las últimas las firma el elfo Ilbereth, al que Papá Noel nombra su secretario personal. Suponen la despedida de un mundo pleno de aventuras que sería imposible y sacrílego hacerle pasar a Cristo, con gnomos, hombres y niños de nieve, elfos rojos y verdes, intrigas y duendes malignos. Sólo faltaría, como epílogo o tarjeta postal, un hobbit gordo y rubicundo, como lechón recién horneado, tartamudeando: “Eso es to, eso es to, eso es todo, amigos”.

sábado, 11 de diciembre de 2010

EL NOBEL Y EL ESCRIBIDOR. Por Jesús Garrido


Puede usted borrarlo de su lista, “Escritores favoritos que nunca han ganado y seguramente nunca ganarán el Premio Nobel de Literatura”: Mario Vargas Llosa, el escritor peruano, el nativo de Arequipa, ex candidato a la presidencia de su país, el “Marito” de una novela deliciosa y en gran parte autobiográfica, ha recibido este 10 de diciembre de manos del rey Carlos Gustavo de Suecia la medalla y el diploma que lo reconocen como el ganador del máximo galardón literario en una ceremonia celebrada en la Sala de Conciertos de Estocolmo.

Mario Vargas Llosa es un “escribidor” potente que, parafraseando a Salvador Elizondo, sólo puede recordarse a sí mismo imaginándose escribiendo que ya había escrito lo que nunca se hubiera imaginado escribir. Como todo gran novelista aprovecha todo lo que su capacidad y su medio ambiente le proporcionan, destreza lingüística, experiencias personales, archivología histórica, política contemporánea, modas, cambios en los roles sociales y de pareja. Dueño de una personalidad a medio camino entre autorrealización y el egocentrismo, no teme la controversia, antes bien parece apasionarle la provocación al expresar, sobre todo en sus ensayos políticos y crítica literaria, las opiniones más subjetivas, sin más fundamento que las vísceras: “el escritor es egoísta por sí mismo para poder escribir”.

Acaso tenga razón, en todo caso, la Academia Sueca argumentó su preferencia por el escritor sudamericano “por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo." Y efectivamente, el individuo es el centro de su obra, sus limitaciones, su impotencia, no a la manera de los antiguos griegos ante los dioses eternos, sino ante el poder político, la intolerancia social, la economía olímpicamente asfixiante. Oráculo implacable, Vargas Llosa no es de ninguna manera conmiserativo con sus personajes, no duda en sacrificar la virilidad de un jovencísimo estudiante ante la fiereza de un perro furioso, o en exponer con social sorna la obsesión por la decadencia física y mental de un argumentista de radionovelas.

Si habría que escoger alguno de esos personajes para representar al autor, escogería al pequeño niño manipulador y perverso de (Elogio a la madrastra) por encima de el joven aspirante a novelista que sueña con irse a París a la manera de los intelectuales de su tiempo (La tía Julia y el escribidor)

Por lo que hace a su obra, habría que dividir sus más de cincuenta años de carrera en tres épocas. La primera, la del “boom latinoamericano”, etapa que se caracteriza por un aprendizaje vertiginoso, una gran vitalidad y donde publica una colección de títulos que quizá signifique lo más representativo para sus más fieles lectores: La ciudad y los perros (1962), La casa verde (1966), Los cachorros (1967), Conversación en La Catedral (1969), Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977).

Vendría después los años de la madurez: La guerra del fin del mundo (1981), Historia de Mayta (1984), ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), El hablador (1987) y Elogio de la madrastra (1988). Es en esta etapa que Vargas Llosa consigue un producto maestro, evidencia de su capacidad de crear y recrear universos totales, La guerra del fin del mundo, novela que mereció el reconocimiento aún por parte de sus detractores y enemigos. ¡Y vaya si don Mario los tiene en buen número!

Lituma en los Andes (1993), Los cuadernos de don Rigoberto (1997), La Fiesta del Chivo (2000), El Paraíso en la otra esquina (2003), Travesuras de la niña mala (2006), El sueño del celta (2010), representan los últimos años, la continuidad, la constancia, la reincidencia.

En su discurso de aceptación, titulado Elogio a la lectura y la ficción menciona: “Aprendí a leer a los cinco años en la clase del hermano Justiniano, en el colegio de La Salle, en Cochabamba, Bolivia. Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida”. Más adelante dijo: “No es fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo”.

En fin, Mario Vargas Llosa es el ganador del Nobel de Literatura 2010 y vuelve a desatarse la discusión cíclicamente anual de los merecimientos o desmerecimientos. Por lo que a mí respecta, me vale un pepino (no creo a estas alturas en los adjetivos reverente y/o irreverente) este tipo disertaciones, comparables más con las clasificaciones mensuales de la FIFA o el pordioserismo mediático de Iniciativa México. Sólo celebro, además de los 74 años cumplidos del escritor galardonado, el recuerdo de mi primer acercamiento con su obra. Leí La tía Julia y el escribidor a mediados de los ochenta, tendría yo la edad de Marito, el escritor incipiente que agrega a su aprendizaje estilístico, el sentimental, enamorándose de una hermana de su tía política. Por supuesto que no aprendí ninguna técnica amatoria que me sirviera con mujeres mayores o menores, púberes o senectas. Lo que me impactó fue una voz afín y el descubrimiento de vetas imaginativas.

Ahora, muchos años después, cerca de la edad de Pedro Camacho, (la cincuentena, la flor de la edad) confirmo, tomando la noticia del Nobel como pretexto, que hay que tomar la vida cuando se nos da así, desnuda y agraciada. Al fin y al cabo derrotas o incertidumbres, reales o ficticias, nunca faltan.

lunes, 6 de diciembre de 2010

CRÓNICAS DE LAS “COSAS DE LOCOS” Por Enrique Patricio.



I

(Hay “de locos a locos”)



Hay locos que viven...

que no nada más sobreviven,

pues más que aventurados viven

(que no sufren, gozan).



Son locos que sólo tienen

a flor de piel

sus cinco sentidos

(y un extra)

no requieren más.



Jamás beben una

gota de alcohol

o se drogan

no lo necesitan

(son locos, sí

mas no idiotas)

no agreden

ríen.



II

(El “loco”...¡lotería!)



Esa “sinrazón”

deambulante por los caminos

pareciera ser, al menos,

una suma máscoherente

en la vida

contemporánea

que muchas “razones” nuestras.



III

(¿Habemus...”locos”?)



Por momentos

Algunos pensarían

-aunque no es verdad-

que concluyente es

y que preferible sería

hoy privara más esta demencia

(...la de

los desequilibrados

“ trastornados

“ enajenados

“ desajustados

“ descontrolados

“ desbarajustados

“ extraviados

“ alucinados

“ desorbitados

“ disparatados

“ ,,,,

y demás “orates”

con dislates que les hacen

vivir volando...);

eso antes

que, por ejemplo,

una locura asesina,

sea cual fuere

su “Gran Razón”.



IV

(“Epíloco”)



...Y usted, cuerdo amigo(a)

¿A qué “sin sentido” viene hoy apostando?

martes, 30 de noviembre de 2010

ALÓ MMXiCO Por Gabriel Fuster.


1. ¿TE VAS, ZAPATA?



Claro que no, tengo coche. Voy a ponerle otras monedas al parquímetro. Ni que lo digas, la siembra en las calles de estas plantas metálicas que reordenan el estacionamiento y una sobretasa de semáforos, hacen la diferencia palpable entre evolución y revolución. Emiliano Zapata espera el día en que el lumpen proletariat ponga el Status Quo de cabeza otra vez. Viva la revolución. Adelita se detiene frente a la farmacia y cuenta sus centavos: “Espérame, no me tardo. Voy a comprar unas toallas”. Viva la menstruación. Revolución, menstruación, da lo mismo, lo importante es que corra sangre. Ella se toma un buen rato para salir. Emiliano camina unos pasos para quedar fuera del rango del sensor. El chiflido de las puertas corredizas al abrirse, convierte al Huapango de Moncayo en algo fácil de silbar. Al igual que el lenguaje común de los graffiti, la frase correcta, en el momento preciso, puede iniciar la revuelta armada. Marcador final: América 4 - Chivas 0. Encontrando un reposo sobre la ancha base pétrea de la fachada, Emiliano enciende un cigarro y cavila en que “Tierra y libertad” son de las palabras más gastadas, luego de “supercalifragilisticoespialidoso”. El cielo amenaza con llover, pues hay cosas que nos reclaman la demostración de su caída. Emiliano endereza la espalda contra la pared y junta los talones. “Al diablo con el pinche pañuelo”, exclama y arroja las llaves del auto, lejos. Quieto, en el punto autorizado para pedir limosna o tirar la basura, únicamente inflama el pecho al escuadrón de fusilamiento. Acuérdate que si no recibes el tiro de gracia, vas a despertar en manos de un psiquiatra. Adela sale de la farmacia y no encuentra a su acompañante. Debió irse a pie. Razón de sobra, para que Adelita se fuera con otro. Ahora vamos a contar el chiste más despacio para que lo entiendan los esquizofrénicos. ¿Te vas, Zapata? Claro que no, llevo caballo. El tiempo no es lo mismo que el clima, pero cuando viajes en el tiempo, busca en tus bolsillos por estas monedas antiguas de cobre, para partirles la cara. Fijar una sociedad más justa no tiene precio, dijo el EZLN, estacionado largamente en Chiapas y conociendo 156 formas de matar al inspector de las multas. Viva el amor a la mexicana. Para todo lo demás, existe Master Card.



2. HACIENDO UN PANCHO



¡Vean al sorprendente Centauro del Norte! ¡Un caballo con cabeza de conejo y cuerpo de conejo! ¡Oh, se aleja galopando al este! Ay, me quiero volver chihuahueño, pero me carga el problema de las pulgas. Vuelvo a Maquila Town, como es conocida la frontera más fabulosa y bella del mundo. Vuelvo al punto geográfico donde te conocí. Voy a acampar con mi saco de dormir, porque no pienso moverme de aquí. Tengo un pedazo de cartón donde escribí algunas palabras, diciendo: “Si conoces a Martina, dile que estoy donde la primera vez”. La gente que cruza el puente internacional Matamoros-Brownsville todos los días, intenta darme dinero en la mano. No estoy quebrado, sólo tengo el corazón roto, explico. Ahí sigo sin moverme de sitio. Hubo una vez una montaña con espíritu de viajero, pero mi replica de inmueble olvidado pace en una pila de mierda. Escrito está que si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma va a la montaña. Y si se juntan los mares con los ríos, por qué no juntar tus pelos con los míos. La policía migratoria me dice: “Hijo, no puedes dormir a la intemperie entre dos países”. Técnicamente, espero por alguien. El detalle es que puede llevarse un día, un mes, un centenario. Llueva o brille el sol, es el único lugar de la tierra donde debo estar. Al igual que obedece la ley de asentamientos para un picnic, tirar un pedo al aire libre se entiende como demarcación de territorio. Probablemente seré famoso, como el hombre que no se podía mover de su lugar. No es raro que uno se haga héroe por hazañas pequeñas, pero el amor te hace perder la cabeza, especialmente para exhibirla en un salón secreto. Que chingue a su madre el trastorno del toloache. Por otro lado, el bandolero sólo tiene un amor, su machete. Y si quiere compañía, va y toma un perro de la calle y lo amarra a su casa y ya. Si quiere tragar, que se las ingenie. Yo no tengo diamantes bajo mis zapatos, sino un enorme agujero negro de masa estelar, provocado por tu terquedad de esconderte en el centro de la luna. Me verás en la noticias y tomarás un taxi para venir aquí. O quizás no signifique nada el extrañísimo viaje que hago en todas las sintonías de radio bemba. El que fue a la villa, perdió su silla, pero deja el lugar al encargado de recoger todos los celulares que impulsa la marea. Es el enviado por su madre para desalojar al poblador de Liliput. Pésimas repercusiones de la bluesología para un punto de encuentro. Y todas las veces que ella viene, desaparece. Dicen que la fe mueve montañas, pero recientemente la dinamita ha resultado más útil, donde estorba la perennidad de esperar.

sábado, 27 de noviembre de 2010

REVOLUCIÓN Y LETRAS. CIEN AÑOS SON SÓLO EDAD. (Con o sin el permiso del Gabo). Por Jesús Garrido.


“¿Qué es patria?-, pregunta el niño al padre que acaba de matar a un hombre por la posesión de un descanso de escalera en lo que fue un antiguo almacén de ropa.
-Esta porción de espacio que hemos ganado para vivir.
¿Y ese cuchillo?-. insiste el niño mientras el padre limpia la hoja ensangrentada.
-Es la justicia.
(...) Media hora después irrumpe la policía. Desaloja el inmueble con bastones eléctricos. A los que mueren pisoteados se los llevan en camiones a rellenar barrancas para nuevos fraccionamientos.
El niño se quedó sin padre. Y sin patria.
Pero ya aprendió la lección: un patriota es el que gana un descanso en la escalera, acuchillando a otros hombres.
(...)La madre del niño murió en el parto. La sepultaron en una glorieta del Paseo de la Reforma, junto a una palmera petrificada. No tenía derecho a los hornos porque no era precarista.
A Juanito le hicieron creer que sí, para que tuviera una idea más romántica del final de su madre. Mejor el cielo que un hoyo de rotonda donde los precaristas –conocidos antiguamente como campesinos- siembran maíz.
(...) Una vez el niño vio un agujerito azul a través del cielo pintado con brochazos de monóxido de carbono.
Entonces creyó en Dios”.

Los párrafos anteriores pertenecen al capítulo inicial de una novela mexicana, tan extraña como desconocida, Los Precaristas, de Alejandro Iñigo. Publicada en 1981 por Grijalbo, la novela no puede ocultar la influencia de las obras de ciencia ficción que habrían causado furor en los 60’s y 70`s, por sus adaptaciones al cine. Pienso concretamente en Soliant Green, cuyo título en México fue Cuando el destino nos alcance, con el holywoodense quijotillo de Charlton Heston cumpliendo por enésima vez su apostolado de hombre desfacedor de entuertos, en pos de doña Blanca.
En Los Precaristas los hechos suceden en un México hipotético y futurista de mediados o finales del siglo XXI, es decir, más de cien años después del inicio de la revolución y el milagro de la multiplicación de la tierra auspiciado por la Reforma Agraria. Iñigo nos muestra, con la ingenuidad de un aprendiz del género de los comics y un sentido del humor denunciante, los extremos a que la corrupción de la clase dirigente, la dominación norteamericana y la degradación ambiental han llevado al país, agotado el petróleo como fuente de energía mundial, ocupando las flores el lugar de los hidrocarburos como primer producto de exportación de México. Pero en esta visión apocalíptica, las flores son también una alternativa alimenticia para los pobres, que devoran las que logran florecer en los camellones y parques públicos.
La capital del país pues está habitada por millones de precaristas, hacinados en progresión geométrica en automóviles abandonados, pasillos de casonas y tiendas del centro histórico. No faltan mutantes, a la manera de los morlocks, que dominan los túneles del metro; extraños seres provenientes ya sea de los X-men, (1963), de el universo de Marvel Comics o desde las catacumbas de la célebre Metrópolis dirigida por Frintz Lang.
Pareciera que el diagnóstico es inequívoco, la Revolución Mexicana, más aún, los anhelos de justicia social (que no tienen fechas, ni límites, son universales y a veces parecieran inalcanzables) habían fracasado.
Pero no comparemos la realidad con la ficción. Vayamos a hechos reales.
El periodo conocido como Revolución Mexicana inicia con el levantamiento armado del 20 de noviembre de 1910 y cierra con la promulgación de la Constitución de 1917 (Otros consideran que termina el 21 de mayo de 1920 con el asesinato de Venustiano Carranza en Tlaxcalantongo).
Después vendría el llamado periodo de la Postrevolución que se sitúa entre 1920 y 1940. Aunque algunos quieren prolongar sus márgenes hasta el gobierno de José López Portillo, último presidente populista, iniciando Miguel de la Madrid el de los presidentes neoliberales.
Entre las causas de la revolución podemos contar la extrema pobreza de las clases populares, su explotación física, en condiciones similares al esclavismo. Supongo que no tiene que ver con la noticia difundida a principios de semana del descubrimiento en una finca de Chiapas donde se obligaba a laborar a la fuerza a poco más de cien personas. Y aunque la mayoría se trata de indocumentados centroamericanos y sólo cinco o seis nacionales, eso no le quita el calificativo de indignante, vergonzoso e inaceptable.
Ojalá pudiéramos culpar a don Porfirio y a los regímenes que le sucedieron hace poco menos de cien años.
En literatura, de 1910 a la fecha, también ha habido héroes y villanos, sucesos, que, sin embargo, son responsabilidad exclusiva de los autores de las obras. Ningún dictador, ningún estadista o partido político puede apropiarse de los aciertos, errores y aproximaciones del espíritu creador de una sola persona, mucho menos de un país.
Digo esto, si bien hago mías las palabras de Antonio Alatorre en torno al concepto literatura nacional: “manejo tolerablemente el concepto de “literatura” y puedo alinear dos o tres ideas alrededor del concepto “nación”, pero nunca me ha preocupado la manera como el enorme y generalísimo sustantivo literatura sufre delimitación o especificación por obra del adjetivo nacional. El adjetivo nacional le viene muy chiquito al adjetivo literatura.
Así, directamente relacionado con la gesta revolucionaria, encontramos, ya por 1916, la primera de una serie de obras del llamado género de la revolución mexicana: Los de abajo, de Mariano Azuela.
Sin embargo, este género tiene sus antecedentes en la corriente realista-naturalista mexicana de finales de siglo XIX, que retrata, según los postulados estéticos de la corriente literaria, la pobreza y condiciones difíciles de la vida en el campo: La bola, de Emilio Rabasa (1887); La parcela, de José López Portillo y Rojas (1898); La venganza de la gleba, de Federico Gamboa (1905), entre otras.
Después de los de abajo, se suceden títulos que exploran, con o sin la aprobación del partido revolucionario (llámese PNR. PRM o PRI) el hecho histórico, tan complejo y confuso como sus consecuencias.
En 1931 aparecen Vámonos con Pancho Villa de Rafael F. Muñoz y Cartucho de Nellie Campobello. Después vendrían El Águila y la Serpiente y La sombra del Caudillo de Martín Luis Guzmán. No olvidemos Ulises Criollo, la gran autobiografía de José Vasconcelos.
Cierran el ciclo otros grandes escritores como José Rubén Romero, Gregorio López y Fuentes, Mauricio Magdaleno, Juan Rulfo y Agustín Yáñez.
Lógicamente, debemos ver más allá del género de la revolución. Una forma de ver lo andado, aunque no sea del todo recomendable porque podemos olvidar a muchos autores, es recurrir a los “grandes nombres”. Veamos, por logros internacionales tenemos un Nobel de Literatura, Octavio Paz; un Premio Príncipe de Asturias y un Premio Cervantes, equivalentes al Nobel de habla hispana: Carlos Fuentes y José Emilio Pacheco.
Adolfo Castañón, en su Breve arbitrario de Literatura Mexicana”, propone, arbitrariamente en verdad, un recorrido por la obra de siete autores que ejemplifican, según él, la literatura mexicana de siglo XX: Alfonso Reyes, Octavio Paz, José Revueltas, Carlos Fuentes, Ramón Xirau, Gabriel Zaid (no incluye a Pacheco), Salvador Elizondo, Fernando del Paso y Carlos Monsivais.
Reducirnos a estos nombres es muy limitado, como ya se mencionó, y merece abordarse en otro texto, otros autores, grupos, mafias y chismes de literatos que harían sonrojar a TV Notas, Hola, Reforma, El Financiero, y demás publicaciones amarillistas y de farándula.
Sólo quiero agregar, en relación a la poesía de temas “patrios”, una evolución aparejada con la percepción esperanzadora o pesimista, ilusionada o cínica, de muchos compatriotas. Si bien Ramón López Velarde, en La suave patria, durante las primeras décadas del siglo XX, compara a la patria con una amante, con una casta novia provinciana, y su exaltado y enamorado nacionalismo es repetido hasta la nausea en los actos cívicos y homenajes a la bandera de las primarias
Si me ahogo en tus julios, a mí baja
desde el vergel de tu peinado denso
frescura de rebozo y de tinaja,
y si tirito, dejas que me arrope
en tu respiración azul de incienso
y en tus carnosos labios de rompope
el desencanto, las luchas contestarías de los sesenta, harían que José Emilio Pacheco escribiera su poema Alta traición que, a mi juicio, expresa con más cercanía al ciudadano actual, su sentir respecto a los asuntos patrios:
No amo mi patria.
Su fulgor abstracto
es inasible.
Pero (aunque suene mal)
daría la vida
por diez lugares suyos,
cierta gente,
puertos, bosques de pinos,
fortalezas,
una ciudad deshecha,
gris, monstruosa,
varias figuras de su historia,
montañas
-y tres o cuatro ríos.
Pero aún más, hace cinco años, el periódico La Jornada publicó un poema de Sergio Witz titulado “La Patria entre mierda”, que había salido a la luz en su natal Campeche en 2001. Si Pacheco cuestionaba el significado abstracto de uno de nuestros símbolos patrios, Witz le negaba toda representatividad y mandaba toda la retórica oficial, formalmente a la mierda.
Yo
me seco el orín en la bandera
de mi país,
ese trapo
sobre el
que se acuestan
los perros
y que nada representa,
salvo tres colores
y un águila
que me producen
un vómito nacionalista
o tal vez un
verso
lopezvelardiano
de cuya influencia estoy lejos,
yo, natural de
esta tierra,
me limpio el culo
con la bandera
y los invito a hacer
lo mismo:
verán a la patria
entre la mierda
de un poeta.

Sin compartir lo expresado por Sergio Wits, porque se puede estar de acuerdo o no, pasional o indolentemente, estética o escatológicamente, con lo dicho, es cierto que México no será mejor ni peor antes o después de su lectura. En todo caso, el poema refleja ya no las dudas manifestadas por Pacheco sino un divorcio social que no por no leerlo va a dejar de existir.

Por Tlatelolco, Acteal, Chiapas, las muertas de Juárez, el sindicalismo independiente, Chiapas, y las víctimas de esa triada formada por la guerra contra el crimen organizado, el neoliberalismo y las cenizas del corporativismo a lo Elba Esther Gordillo. Por todos nosotros.
VIVA VILLA, HIJOS DE PANCHO

lunes, 11 de octubre de 2010

ISABEL LA AGNÓSTICA Por Jesús Garrido



No sé en realidad si la extraño o no. Extrañar privilegia una idea de pérdida, separación o lejanía de algo o de alguien. También puede implicar negación de derechos: el de evocar a ese algo o alguien impunemente o el de pronunciar su nombre, así, tan en corto, tan íntimamente magullado por el coito y los celos.
Tampoco sé si ella me quiso, el amor es una parodia metafísica, enredo ético o psicópata: Santa Teresa u ¡Oh Calcuta!
Entre ella y yo, entre la duda y el equívoco, no había razón debatible, tan sólo la obsesión por el contacto, un continuo ir y venir desde el borde de uno a la oquedad de la otra, como si el alma gozara con saltos triples y mortales hacia la compenetración de los cuerpos, sin promiscuidades abstractas ni dualidades platónicas.
Isabel era un sueño cíclico, supongo que hay fenómenos superiores, inaccesibles al entendimiento, una ventana abierta en las heridas de sus brazos, cortes de navaja sobre su piel morena, pequeños senderos centellantes alardeando la fiereza de los impulsos. Su pelo era negro y largo, ligeramente ondulado hacia las sienes. Sus labios apenas y se abrían lo necesario aún para pronunciar la palabra más larga, el vocablo más dulce o más amargo. A mí me encantaban sus “no” repentinos y el juego de equilibrio de los hoyuelos de sus mejillas al entonar un “sí”, cantado como en una sesión de karaoke.
“De ti, me gusta todo”, intentaba mentirle como táctica de abordaje pero me sorprendía la certeza de no estar mintiendo. “Si acaso hay algo que me cause desconfianza es que te hayas enredado conmigo”. Alegre y malhablada, Isabel solía reírse a carcajadas enormes y respondía con cariñosos doble sentidos, mientras sus manos restregaban suavemente, cual vendas curativas, los antebrazos marcados. Luego contaba los sueños que había tenido las últimas noches y yo asumía mi papel de psicoanalista de café o de cantina, posponiendo a mi paciente el ritual de recostarse sobre el diván para más adelante, cuando sus labios se abrieran al escozor de mi vientre.
A Isabel le gustaba ir de cuando en cuando a ver los barcos entrar a la bahía, el mar parecía calmar alguna suerte de resentimiento hacia tierra firme. Era como un saldar cuentas, un perderse en lo infinito de las aguas como sustitución de lo divino. La contemplación era su máximo placer, ninguna comparación con el sexo, el vino tinto, la música en inglés o la literatura contemporánea; en el fondo, era más epicúrea que hedonista.
Eso no impedía que fuese apasionada con sus gustos y preferencias. Nunca pude hacerla fanática de U2 por encima de Depeche Mode o Dire Strait, con todo y su simpatía política hacia Irlanda y su filiación a Amnistía Internacional. Sí, en cambio, logré interesarla en Salman Rushdie a cambio de darle algún crédito a César Aira. Nunca, por otra parte, logré un comentario suyo que fuese favorable a Tokio blues de Murakami; ¡ay, la rebelde e independiente Midori me la recordaba tanto!
Quisiera decir que fui feliz como un lobezno, con ella, mi loba esteparia, mi ciudad eterna: ¿qué es el AMOR sino palíndroma, lugar común donde incendiar las calles o fingir un imperio? Pero el amor es a veces una duda agresiva, negación del dogma, orgasmo adverso. Entonces le llaman celos.
Isabel era fogosa y solía desconfiar hasta de sí misma. Me llamaba constantemente al celular, llegaba inesperadamente a mi departamento, espiaba mi correo electrónico, el messenger y el face book. Una noche se contempló a sí misma con estigmas, peor aún, como una especie de Santo Tomás restregándose con uñas afiladas sus propios estigmas: asegurándose, explorándose, amedrantándose, manos sin caricias, costado dolorido, pies sujetos en el polvo sin espinas ni clavos, sólo por la inercia del sueño.
Ella era una adicta, yo era el entredicho. Yo era el estribillo único y primario de su cantaleta escéptica. La amé, fui feliz y miserable. Quisiera recordar sólo el galope suave o retorcido de su cuerpo sobre el mío, la tibieza de sus muslos, o la consistencia de sus pezones entre mis dientes.
Supongo que me cansé de ese juego de analogías pélvicas, de sustancia o insustancialidad de la materia, de acusaciones a plazos en su catecismo dubitativo. Supongo que se cansó de mí, de acurrucarse en mi pecho y abofetearme entre sueños.
Por fortuna, mayor violencia no llegó al río, no hubo un corte más sobre su antebrazo.
Tampoco lo hubo, como llegué a temerlo, en alguna parte de mi cuerpo. A Dios gracias.

jueves, 16 de septiembre de 2010

BÚSQUEDA. Por Jesús Garrido




A la manera de aquellos
que todo apuestan sin decir nada
y arrojan cuerpo y sudor por delante

Como quien esconde la mano
después de insinuar la piedra
cuando el peso de las horas
sumerge sus palabras

Como quien corre de noche
bajo la lluvia
con el terrible placer
del hoy tampoco

Así te busco
con los ojos del ciego
con el falso acertijo que nadie pronuncia
con el pudor intacto y perfumado
A la manera de aquellos
que te conocen en demasía

lunes, 6 de septiembre de 2010

TE BESO EL ÚLTIMO DÍA DEL FIN DEL MUNDO. Por Marianhe Jalil




"La perfección se logra al fin, no cuando no hay nada que agregar, sino cuando ya no hay nada que obtener”.
Antoine de Saint-Exupery

Nada hay afuera.
Olor a carne chamuscada se cuela por la ventana.
Nada queda.
Se oye el crepitar del fuego,
el ulular de la madera arrastra arena.
Se oye el eco de la inmensidad, penetra el viento en la nada.
Entre estas cuatro paredes, ayer te he pedido mil mañanas
Ahora solo con el roce de tu mano me basta.
Es irreal tu existencia, me aferro a tu cara.
Un segundo de tu beso me sabe a infinito.
En este último día de la existencia a punto de expirar,
cómo desearía que supieras a mar,
cómo desearía del arce ocre ver sus hojas,
cómo desearía que se colara por la ventana el olor a tierra mojada.
Sólo queda decidir qué hacer con este tiempo que se agota,
y decidimos entrelazar las manos, evocando ayeres,
con risas de mermelada, con chapuzones en la playa, con las lunas de octubre,
las jacarandas de verano, tus manos entre las sábanas,
en la lluvia tarareando canciones de Lara.
Mientras recuerdo, noto que desciende el ritmo de mi corazón,
y a pesar de la sequedad de tus labios, para mí son nubes rosas,
a pesar de lo opaco de tus ojos, para mi son islas.
Con un último esfuerzo nos damos un abrazo,
entre la inmensidad penetrante de la nada.
Nada hay afuera, nada queda.
Último minuto de este último día del fin del mundo.
¿Y qué hago? Ya tu cuerpo está lánguido.
Y te beso.
Te beso.
Más nada.

Febrero 2010
Villahermosa, Tab

miércoles, 18 de agosto de 2010

Lentitud o aceleración. You may be a lover but you ain't no dancer. Por Jesús Garrido.



Los cortesanos de la actualidad, propone Milan Kundera como narrador-testigo-personaje en su novela La lentitud (Tusquets, 1995), “no saben que las situaciones que la Historia pone en escena permanecen iluminadas durante los primeros minutos. Ningún acontecimiento es actual en toda su duración, sino tan sólo durante un periodo de tiempo muy breve, muy al principio”. De esta afirmación se infiere que apostar todo el dinero, todo el prestigio, la felicidad, la sensibilidad, el alma (si es que la encontramos o rescatamos del ciberespacio y la telefonía celular) al vértigo de la inmediatez podría acarrearnos un vacío tan grande como la vida misma, aún cuando parezca la punta de una aguja bajo el microscopio de CNN en español o del pronóstico para la hora siguiente en el Canal del Tiempo.
Escribir un artículo, reseña o incluso, como es el caso, tomar como referencia un libro aparecido hace quince años para comentar una inquietud personal puede considerarse un acto moroso o una metáfora de la tortuga o la inmortalidad del cangrejo: alejada de la instantaneidad y la oportunidad del ejercicio comunicativo. Yo prefiero verlo como una rebelión a los condicionantes que nos llevan a juzgar el pasado y la enseñanza de la historia como algo inútil, premisa impublicable pero latente en ciertas mentalidades progresistas. En todo caso prefiero agregar una letra al adjetivo en reconocimiento a uno de los escritores más importantes contemporáneos.
La lentitud, primera novela de una trilogía que comprende además La identidad (1997) y La ignorancia (2000), entrelaza las anécdotas de unas vacaciones que Kundera mismo pasa con su esposa en un castillo convertido en hotel, un congreso de entomólogos, un duelo de autopromoción y exhibicionismo entre un político y un intelectual franceses, y los ecos eróticos que Madame T, personaje de un texto francés del siglo XVIII, va dejando parsimoniosamente en las páginas de la obra y en el ímpetu desaforado al principio, amaestrado finalmente al placer, de su joven amante.
En La lentitud se hace evidente una vez más, el método y la temática Kunderianos, expuesto el primero a la manera de apostolado en El arte de la novela, ensayo en que el autor propone su particular visión para la narrativa, y texto esencial para entender la literatura de lo que algunos aún se obstinan en denominar “postmodernidad”. Por lo que se refiere a la temática, como en su primera trilogía La broma (1967), La vida está en otra parte (1973) y El libro de la risa y el olvido (1978), y en su novela más famosa La insoportable levedad del ser (1984), obras de vital importancia para la comprensión de la historia contemporánea de Europa; hay, más de veinte años después de la Primavera de Praga y de que Seargent Milan enseñara a la banda a tocar la vida detrás de la Cortina de hierro, elementos que persisten en la mente, el vocabulario y la esencia del escritor checo: las mujeres bellas (sobre todo las independientes y osadas, aunque también las haya tiernas y propicias a las intenciones de caza de los personajes masculinos), los adulterios y los ménages à trois, a la par con el drama del exilio y la crítica política, al régimen comunista prosoviético a finales de los sesentas y al amaneramiento y protagonismo narcisista de la democracia francesa a partir La inmortalidad.
Amor y política son expuestos por Kundera con un estilo narrativo en donde el autor no tiene ningún tapujo en mezclar la anécdota amorosa con la filosofía y en dialogar con sus lectores de manera directa por si no había quedado claro su postura filosófica y política. Y esta actitud genera en el lector un signo de complicidad ante tamaño narcisismo: al fin y al cabo se trata de otro gesto de amor, gesto que cada uno cultiva, en junio como enero, en Praga como en París o México, en la comodidad de la oficina y en belicosidad del hogar., merced a un sentido de la ironía y del humor, jamás presente en otro escritor.
Admirador del Siglo de las luces, de sus afanes libertarios y libertinos, Kundera rescata en La lentitud al museógrafo y libertino Vivant Denon (1747-1825), autor de una novela corta comparable con Las amistades peligrosas Choderlos de Laclos, y comienza él, Kundera mismo, un ménages à tríos compartido con su lengua natal y el francés. Sí, es a a partir de La lentitud y continuado después en La identidad y La ignorancia que Kundera escribe directamente en francés, sin pasar por la traducción del checo y para su público mayoritariamente francés. Resuelve así, el drama del exilio, no sin adecuarse a sus nuevas circunstancias: el francés le obliga a una economía del lenguaje que se evidencia no sólo en los vocablos utilizados sino en la extensión de sus novelas; como la novela de Vivant Denon, La lentitud es corta, aún cuando se solace en el placer de la vida segundo a segundo y en las ridiculeces, de apariencia eterna, que el afán de posición social confronta al hombre finisecular (por el año en que escrita la novela y por el año de nacimiento de nosotros, sus amorosos lectores).
Según Pontevin, escribe Kundera, “todos los políticos de hoy son un poco bailarines, y todos los bailarines se meten en política(...) El bailarín s e distingue del político corriente en que no desea el poder, sino la gloria; no desea imponer al mundo una u otra organización social (eso no le quita el sueño en absoluto), sino ocupar el escenario desde donde irradiar su yo”. De estas palabras podríamos partir para afirmar que ser escritor, sobre todo a la manera de Kundera, es ser también ser bailarín, aunque sea para bien (qué más da) así como participar en una comparsa carnestolenda, frecuentar los bares con kareoke o practicar la reseña literaria.
A fin de cuentas, dejemos eso de mezclar el erotismo y la política a Kundera.
La pregunta que quería ser inicial y que a punto estuvo de quedarse en el tintero¿Usted qué prefiere, amores instantáneos o conseguidos a largo plazo?
Yo ya no tengo ánimos de dar respuesta alguna porque como gritaría alguien al final de la canción, “tengo ampollas en los dedos”.

martes, 10 de agosto de 2010

DOS POEMAS Por Gabriel Fuster





RUTA 6

Aquí ya no para la gua-gua.
La fila contemplativa
empieza en mí
termina conmigo. Los días pasan
Los deseos se apagan
son hogueras con olor a sol viejo
El tráfico de los vientos evoca una plegaria del alma
La tregua termina y empezamos de nuevo
La parada se cubre de otra primavera
Tal vez
aborde el próximo pensamiento
para cruzar la ciudad
hasta la calle con tu nombre
Le cour de la rue








NIHIL A LA MODE
1.
Me disculpo por mirar debajo de tu falda
Me gustas
Sé que es un pensamiento cursi
pero sospecho que tienes novio
Lo que importa es que te veo hermosa,
sentada
Yo tiré la catsup debajo de la mesa
y ahora
debo mi alma al servicio de lavandería

2.
“Soñé contigo” escribo en la servilleta
que escondo bajo tus libros
Tú no sabes mi nombre,
sin embargo tus ojos lo adivinan y exclamas:
“¿Inteligencia artificial? Yo sólo veo unos y ceros”.
Tu mejor amiga sabe de interpretar los sueños
porque asiste a esas clases
sobre el control de peso-
Yo creo en tus ojos


3.
Es mentira que el héroe se lleva a la chica
Los malos siempre ganan

(Tampoco mandes a un monstruo
a hacer la tarea de un científico loco)

Tengo una idea y un buen plan:
sostener la mirada la siguiente vez e hipnotizarte.

(Mira, el péndulo completó un círculo)

La mujer dormida serás
cuando truene mis dedos
Yo, Popocatépetl

4.
He oído que perdiste la inocencia
pero nunca anunciaste recompensa por ella
Nihil a la mode
y no aditivos &%$# ¡buuuurp!

martes, 3 de agosto de 2010

JUDITH SANTOPIETRO.







(Córdoba, Veracruz, México, 1983). Ha publicado en Anuario de Poesía Mexicana 2006, Fondo de Cultura Económica; World Oral Literature Project, Voices of Vanishing Worlds, University of Cambridge, Reino Unido; la plaquette: Raíz de Vuelo, Editorial El Barco Ebrio-HomoScriptum, EE UU; Se incendia la palabra, Instituto Municipal de Arte y Cultura del Ayuntamiento de Puebla; Ciudad de Polvo, Editorial Ultramarina Cartonera & Digital, España; y en revistas y suplementos de México, Perú, Chile y Canadá. Segundo lugar en los L Juegos Florales Nacionales de Poesía “Lázara Meldiú”, México; Finalista mundial en Rolex Awards for Enterprise: Young Laureates Programme 2010, categoría Preservación Cultural, Suiza. Ha participado en Primer Encuentro Latinoamericano de Poesía, XXX y XXXI Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, México; además de lecturas, encuentros, festivales y documentales de literatura, arte indígenas en Colombia, Brasil, México, Perú, El Salvador, Bolivia, EE UU y Suiza. Dirige Radio Nómada, Revista y Editorial Cartonera Iguanazul: Literatura en Lenguas Originarias. Y EN ESTA FOTO ESTABA CHIMUELITA.

DE LA PRIMERA LUZ . Por Judith Santopietro.






Y yo me iré muy lejos/ Más allá de esas sierras/



Más allá de los mares/ Cerca de las estrellas/



para pedirle a Cristo Señor que me devuelva



mi alma antigua de niño/ Madura de leyendas...
Federico García Lorca

I


Parirse
desde este nido antiguo
encerrada en la cueva del océano
y después abrir en el mundo la herida de luz

El jardín afuera se llena de espanto:
un presagio hace tintinar los animales
en la madrugada que se esculpió
sobre una estela madura

Pero hay un fogón hecho de mi voz que los enmudece
como el grito de tormenta
y el crepitar de las rocas bajo los pies

Mi abuelo silba una canción
mientras esparce su aliento de tabaco por la casa;
su voz un día se apaga en el altar:
ya no existe la brasa de su nombre
mas que en mi nombre


Íbamos por el camino
lo juro
si no te vi morir
fue porque buscaba las chicharras asidas de los árboles
en ese parque de moribundos

Desde aquel día recuerdo qué es el fuego
cuando la tierra cayó sobre su cuerpo de sal y humo:
entonces encendí el primer fósforo en mi mano:
una huella detenida
en cada esquina de la casa
donde la flama acaba el pregonar de la oscuridad

Más tarde,
olvidamos tu presencia
con las horas de café
a la vez que escuchamos un tango
en la levedad del corazón

II
Huelo la brisa de las palmeras,
a lo lejos las palabras brotan del tren
para alojarse a tiempo en mi cama;
así amanezco con el poema alojado entre mis ojos:
pero ese mineral no vive aún en mí

Por aquellos años
libros oscuros y secretos duermen en las hendiduras de los desvanes;
atisbo sobre sus lomos de bestia
que procura descansar en cada grieta del tiempo:
la tarde huele a copal:
nunca más tu sangre
mas que en mi sangre

III
Sólo soy costra polvosa
rasuro la hierba tardía con la tenacidad
de quien anhela tocar los abismos,
escucho el viento verde
ni la piedra que ríe
en esta tarde incierta que se abre a mí

La habitación descubre una vaga línea
de calles ensanchadas con el golpe de cristales;
aquí espero la humedad interrumpida,
los cascajos diáfanos,
para que los ruidos del agua me despierten
de esta sublime ebriedad

IV
Abrías la mano
y mi corazón jadeante era mordido por las fauces de tus dedos

Al despertar,
un aleteo de tus pestañas
y mi cara de mujer adusta
como siglos antes
cuando debía extender el polvo de las sábanas
y besarte l espalda
hasta convertirla en cauces de agua

V
He dejado de mirar el mundo
con la sinceridad de una niña
que olfatea a los leones en las aceras,
esta vez
paso las noches
en la última hendidura de la almohada
con una columna de serpientes y escorpiones:
silicio gris y traslúcido

Este murmullo de las aves que me aturde a diario
como el desquicio de un sin fin de hombres
este breve pujido del hambre que me impide dormir
este sillón de piedra que cada madrugada
es un pedernal sobre mi espalda

Voy por el sendero
donde mis ojos cristalinos
algún día estrellaron su mirada:

culebras de agua
en la profundidad de mis pechos
germinan la sal
con un dolor constante.

VI
Siempre me he sentido sola,
aún desde el primer soplido de los hombres
en mi garganta.

viernes, 30 de julio de 2010

Postales Sudafricanas.* Por Ariel García.






*¿Tan pronto la nostalgia?


1. CRISTIANO RONALDO Y DAVID BECKHAM: FUTBOL Y MARKETING

Sobre la llegada de Beckham a España:
“Por fin el Real Madrid tendrá dos jugadores bonitos. Antes el único era yo.
Me estaba sintiendo muy solo entre tanta gente fea".
Roberto Carlos, campeón del mundo en el 2002

Que el futbol es un gran negocio, no cabe duda. Es más, sospecho que los miles de millones que factura la FIFA en realidad podrían ser mayores que las cantidades que se dan a conocer. En una página de internet se reportaba que “en 2010, según cifras oficiales, FIFA tendrá ingresos por 2.400 millones de dólares (mdd) – derivados de patrocinios –, y egresos por 989 mdd, esto es una ganancia de unos 1.500 mdd” . Esto tan sólo en los patrocinios directos. Otro gran negocio es la engorda de futbolistas como grandes figuras mediáticas. Para los clubes en Europa no hay nada mejor que la factura de un “ídolo” que juegue bien pero que además sea “bonito” y venda miles de camisetas. Una de las razones por las cuáles Florentino Pérez, a la sazón, presidente del Real Madrid, nunca contrató a Ronaldinho era porque era muy feo y no encajaba con la imagen de los “galácticos”, en su malogrado proyecto de contratar superestrellas del futbol mundial. Los hechos demostraron que el brasileño fue más galáctico que todos, al vencer a los blancos con una exhibición deslumbrante del futbol-arte en el propio estadio Santiago Bernabéu, en el 2006.
Desgraciadamente, en esta época los ídolos mediáticos no siempre están a la altura de lo que los publicistas prometen. Un ejemplo claro es el del futbolista inglés David Beckham, quien debutó con el Manchester United en 1991, y luego de ganar todos los trofeos en la temporada 1998-1999, fue vendido al Real Madrid por 25 millones de euros. Esa fue su mejor temporada, porque a ras de pasto demostró en España lo que era, un futbolista de “medio pelo” en la mejor liga del mundo. Otro ejemplo, más a la mano, es Cristiano Ronaldo, delantero de la selección de Portugal, quien es mejor futbolista que el inglés pero que definitivamente no es el mejor del mundo. A pesar de sus patéticos intentos por demostrarlo y querer ganar él solo los partidos del seleccionado. Se marchó con Portugal por la puerta de atrás.

2. LA SELECCIÓN DE ARGENTINA: UN NUEVO ENSAYO SOBRE LA CEGUERA.
El domingo 4 de Julio, la selección de Argentina arribó al aeropuerto de Ezeiza. Fueron recibidos como héroes después de la humillante derrota que les propinó el seleccionado alemán por 4 goles a 0. Las muestras del fervor, en su sentido más ampliamente religioso, y las expresiones de amor incondicional a Diego Armando Maradona, el ídolo, ocultaban lo evidente: el rotundo, contundente fracaso del ex-futbolista que no es, por falta de humildad, de ninguna manera un técnico de futbol.
Maradona fue un genio de las canchas, el último miembro del Olimpo pambolero. Como futbolista impecable, como ser humano un ejemplo acabado de la miseria y debilidad humana, y como entrenador un desastre con palabras mayúsculas. No tiene la dignidad que debe poseer un técnico, frente a él se agiganta la estela de un César Luis Menotti. Frente a sus berrinches y bravatas, brilla como el acero la fría, eficaz y calculadora inteligencia de un José Mourinho. Por eso los derrotó Alemania. Hombre por hombre Argentina era mejor, en el papel. Pero el futbol es un juego de colectividades, y una maquinaria alemana mejor aceitada, como un arma de precisión, fue el instrumento que masacró al cuadro albiceleste. Mientras Maradona los motivaba a jugar en nombre de su propia leyenda, Joachim Löw analizaba los defectos del rival, preparando una cuidadosa y contundente contraofensiva. Los argentinos embistieron al grito de ¡banzai! Y como los japoneses en la guerra del Pacífico, cayeron abatidos, abrumados y cegados por el fanatismo que impide ver las huellas demoledoras de la realidad. Maradona no es un analista, ni siquiera se puede afirmar que sea inteligente. Su intuición como futbolista no bastó para analizar a los rivales de verdadero peso. Él jugaba futbol con la naturalidad de las aves, y como las aves también demostró un pensamiento diminuto.
Es muy probable que los argentinos apuesten por la continuidad de Maradona, quien con mucho entrego nada, otros como Paraguay con poco hicieron mucho, y ellos seguramente crecerán. A la Argentina le esperan años negros si no logran despertar de ese hermoso pasado, los fracasos no se detendrán si no cambian la fórmula. Su amor por Diego es un fantasma que recorre las canchas y que no cesará hasta que el “diez” se retire para siempre y los deje escribir otra historia.

3. EN DIRECTO DESDE EL JARDIN DEL PULPO: MI REINO POR UN JABULANI
EN EL MAR EL FUTBOL ES MÁS SABROSO.

Tal vez el animal más emblemático del mundial pasado no hayan sido las gallinas de Nigeria, el perrito argentino, ni la tortuga Jorge, sino el cefalópodo llamado Paul, del acuario See life de Oberhausen. Dicho bicho (¡ah, que verso sin esfuerzo!) tiene al mundo pambolero en vilo al haber acertado prácticamente todos los resultados de la selección alemana. No cabe duda que los hilos que atan este mundo, han elegido el vocero más extraño que se pueda imaginar. Porque viéndolo bien, los pulpos junto con las arañas parecen animales extraterrestres. Sin embargo, hay que reconocer que este caso no tiene la culpa el pulpo sino el que lo hace ceviche.

4. UN FUNCIONARIO SUELTO EN SUDAFRICA.


Sobre los hechos protagonizados por el ex director de FONATUR, Miguel Gómez Mont (una trifulca en el balcón VIP de la federación mexicana en el estadio de futbol) ya poco se habla. Sin embargo, aunque duela decirlo, también no retrata como país. Nos hemos revelado al mundo como una nación de funcionarios miserables que se creen importantes olvidando el sentido y dignidad del servicio público. No lo digo yo, fue Gómez Montt tambaleante y a grito pelado en imágenes que se pueden observar por internet. Por cierto, su renuncia obedeció a lo público del escándalo. Estoy seguro que jamás lo habría hecho por dignidad personal ni por el “bien de la patria”.

5. JAVIER AGUIRRE EN EL PAÍS DE LOS JODIDOS.
En febrero de este año, en una entrevista para la cadena SER de España, el ex-técnico de la selección mexicana Javier Aguirre definió a México como en condición “jodida”. ¿Las razones? Los desastres naturales de aquel pasado reciente y la creciente ola de interminable, escalofriante, violencia, que azota el país eran la razón que asistía a dicho personaje. Semanas más tarde, otra persona, pero con el mismo rostro colcha de mañanera, nombre y apellidos de Javier Aguirre pareció en las pantallas de la televisión mexicana con expresión firme y rostro grave:
“Yo soy Javier Aguirre y amo a México... es 2010 el reloj de la historia está sonando de nuevo, parece imposible ser el gran país que todos soñamos…nuevamente es hora de soñar o de actuar, hora de decidir si somos el país que se siente predestinado al fracaso o el país que se sabe capaz de construir el destino anhelado… hay que dejar atrás al México que busca culpables”, etc. No cabe duda que el discurso triunfal y motivador es bonito hasta que empiezan los fregadazos. Todavía duele la eliminación con argentina.
El fracaso de la selección en Sudáfrica desinfló como dardo la campaña que se pretendía exitosa. El justo paso para abandonar el México del “ya merito al México de sí se pudo”. Porque ¿saben qué? Otra vez no se pudo. Aunque la violencia y los desastres no son competencia del Director Técnico de México, los resultados deportivos sí lo son y allí la selección quedó a deber. El quinto partido se aleja y los saldos del mundial no son tan deprimentes como los de Argentina 78, pero nos ubican en el lugar once y quince del ranking mundial, cuando la aspiración, quien sabe si legítima, es quedar entre los 8 primeros. No queremos trabajar para merecer y el estancamiento parece no tener fin. Pasarán más de mil años, que espero no vivir, y estoy seguro que las cosas seguirán igual. Por cierto, en la final de Holanda y España mi gallo era la naranja, ¿fui yo quien les echó la sal. Que el pulpo Paul nos agarre confesados.

viernes, 23 de julio de 2010

De Rosarios Por Jesùs Garrido






No, no lo sabes,
los árboles nocturnos tienen raíces más profundas,
mástiles más gruesos, velámenes más altos;
sus copas son incendios transparentes
que anticipan los perfiles de la lluvia,
sus hojas no son verdes ni sepias,
sino añiles porosos,
hinchados de viento y sales marinas.

Crecen alejados unos de otros,
atando cabos en la corteza del aire,
sintetizando la ausencia
y negando sus frutos a los ojos ajenos.

Parecen surgidos lenta y libremente,
del vacío que se forma al cavar el tiempo sus trincheras.

Un corte transversal pondría al descubierto,
los vasos y las fibras de nuestros sueños de infancia.

Pero eso es, precisamente,
todo lo que ignoras,
y yo he perdido ingenuidad,
para contártelo.

jueves, 8 de julio de 2010

RECUENTO, Por Laura Haddad.




El concierto había estado bien. Demasiado bien: No pude decirte, mientras el percusionista lucía en el escenario, que me gustó tu elegancia vestida, tu olor atrapado en mis manos y que eras el más guapo de los hombres.

No pude decírtelo… mi timidez fue culpable.

Salimos del teatro y pasaba de la media noche. Ya era mi cumpleaños. Te lo recordé. En el coche te pedí un abrazo. Fue frío el abrazo que me diste pero me sentí como en la morgue cuando me gritaste.

Después, vagué sola por una larga calle sin comprender lo ocurrido. Eran las primeras horas de mis 31.

Una esquina; un encuentro; una sonrisa; un brindis; un amante ocasional.

Agosto concluyó. No volviste a gritarme.





Casi invierno:

Madrugada en desvelo, abriste una ventana para platicar conmigo de Joaquín Sabina. Del Sabina que te gusta.

Con la frente marchita, fue la canción que citaste.

Letal, la describí.

“No hay nostalgia peor que añorar lo que nunca jamás sucedió”, entoné.

Luego hablaste de Cortázar… “Y tu perro será otro perro, y tu tren será otro tren…”.

Dijimos Argentina (no, no esa Argentina) y Buenos Aires.

“Pero tú no tenías más verga que de perro”, parafraseaste.

“Con agüita del mar de Veracruz, quise yo enamorarte, pero tú no tenías más amor que el de Xalapa”, recordé sus palabras que imprudente las cité.

“… Y no volví más…” pareció despedida.


Invierno:

Te alejaste sin aviso.

Primeros días del año:

Te busqué. Rechazo.

¡2009! Gritaste más pero no fui víctima.



Junio:

Un aguacero terrible.

Julio:

Me perdí.

Otra vez Agosto… Busqué alivio, no lo hallé.

Y otra vez diciembre (la casualidad), y otra vez enero, y otra vez febrero, y otra vez marzo (una luna en el cielo), y otra vez abril (el más cruel), y otra vez mayo (abrazo negado), y otra vez junio (olor a muerte).

Julio inicia, pienso en Joaquín Sabina. El Sabina que me gusta: ¿Dónde habita el olvido?

“Y la vida sigue, como siguen las cosas que no tienen mucho sentido”…

miércoles, 16 de junio de 2010

Andrés Bustamante en Televisa: el fin de la comedia mundialista. Por Ariel García.



La aparición de Andrés Bustamante en el programa de Televisa, “Primero el Mundial”, ha suscitado una gran cantidad de reacciones. No podría ser de otra manera. Hay quienes, como un servidor, lo recuerdan desde aquellos lejanos tiempos de Imevisión, que era la televisora estatal, en el programa de “Los Protagonistas”, dirigido por José Ramón Fernández. El país era muy bello, los dinosaurios gobernaban la tierra y todavía nos curábamos la gripe con plumas de gallina negra, cuando Andrés Bustamante y Víctor Trujillo innovaron la hechura de los programas deportivos y el humor se convirtió en la nota precisa de esa enorme sinfonía que son los mundiales y las olimpiadas. Antes de ese periodo los programas deportivos parecía diseñados por el hermano Jorge de Burgos, el bibliotecario ciego de la novela El nombre de la rosa, quien odiaba la risa por considerarla un acto propio de los monos. Yo no tengo bronca con los changos y, como buen primate, los considero mis hermanos.
Desde entonces, copiando el formato, los programas deportivos de Televisa empezaron a aderezar sus contenidos con actores comediantes hechos en la empresa. Me parece que allí está uno de los puntos de disonancia que incomodan al colectivo: el tipo de humor que maneja Televisa. Sin mayor asomo de pudor, escritores e intérpretes, estructuran sus rutinas sobre la base del doble sentido, la discriminación, la misoginia y el machismo. Hay vastos ejemplos, algunos muy desafortunados como el del comediante Sammy o el caso del conductor Esteban Arce, de lo que significa el humor marca Televisa.
En tiempos de la segunda guerra mundial se decía que los altos oficiales nazis cuando escuchaban la palabra cultura sentían el impulso de sacar la pistola. Tal parece que los altos ejecutivos de Televisa (y también de TV Azteca) aplican el mismo principio en el caso de la inteligencia. Es allí donde Bustamante no encaja, su estilo de hacer humor es inteligente y muy bien trabajado. Uno de sus personajes más célebres es “Ponchito”, una extraña derivación de Cantinflas posmoderno con camisa hawaiana, personaje que el propio creador define como “positivo y aspiracional”, que no siempre gana pero que no se achicopala ante la derrota. Aparentemente desclasado, “Ponchito” parece un clasemediero nacido en barrio bajo, con problemas de dislexia y un gran espíritu emprendedor. Otro personaje entrañable es el de “Horacio Cascarín”, quien representa al director técnico que los mexicanos llevamos dentro. “Horacio Cascarín” es un maestro en el arte de interpretar el futból mexicano. Sabe con claridad meridiana que lo nuestro no es el “jogo bonito”, ni la “garra charrúa”, que si algún día ganamos el mundial será por pura suerte y una gran dosis de colmillo, es decir, de astucia y/o maña. En resumen, sus personajes no poseen nada y al mismo tiempo todo lo tienen. Se desplazan por esos mundos imaginarios sin miedo de vivir ni de soñar.

Finalmente, todo escritor es dueño de sus obras. Es verdad que a veces nosotros como público nos sentimos co-propietarios de los personajes que nos resultan entrañables, pero la verdad es que si algún humorista ha defendido su autonomía creativa sin menoscabo de la independencia económica ha sido Andrés Bustamante. Creo que allí está el meollo del asunto. Bustamante no apareció como empleado de Televisa, sino como invitado. Según sus propias declaraciones no ha firmado contrato y por lo tanto visitó el programa como un acto de elección personal. Y aunque fuera contratado por el consorcio, mientras su trabajo conserve los mismos niveles de calidad, no habrá nada que reprocharle y sí mucho que agradecerle por hacer más disfrutable el mundial. Un torneo que a veces amenaza con acabar con el futbol-espectáculo desde que Carlos Caetano Bledorn Verri, Dunga, decretó la muerte del “jogo bonito”, con único propósito de ganar la sexta estrella mundialista para Brasil.

domingo, 13 de junio de 2010

Andrés Cisneros de la Cruz.



Terios Yuval es hijo de Andrés Cisneros de la Cruz (su versión corregida y depurada).
Andrés Cisneros de la Cruz (México, 1979)cuenta con una larga trayectoria poética, reconocida en premios y publicaciones. Ponemos a consideración de los rejegos lectores su poema "El equilibrista del puente".

EL EQUILIBRISTA DEL PUENTE Por Andrés Cisneros de la Cruz



Desde esta altura
el horizonte siempre lejano
es pensamiento nunca boca
y en estos cables
bajo sus pies la vía del tren
parece una llaga un puente de hierro rojizo
-húmedo su brillo

El equilibrista medita inmóvil
sus piernas de pájaro
-zancos en zapatos de payaso-
le hormiguean
con ligas tensas
le aprietan ámpulas sangrantes
- y sus pies
tendones tiesos
raíces amarradas
artríticas encarnaduras:
rojas raíces
que jalan
detienen
y obstruyen
el paso de la inteligencia
sobre el tiempo

arriba de esta torre
el cielo no existe
aunque explote la tormenta
y el equilibrista pueda caer
en la fractura de las ideas

Lo empuja el oleaje del viento
hacia el precipicio
y los picos de los pájaros
son pesadas palas
picos de puntas aplastadas
con chirridos de cargadas puertas
Pisan empujan
los pájaros son martillos que sumen clavos
en las ventanas cerradas
del horizonte

Los pies pesan
el equilibrista patea pájaros
les pisa la cara les prensa la piel
contra el filo del cable presiona sus cuellos
Peludos de plumas chillan los pájaros
Patalean dan picotazos
desafinan
son violines bajo el mar

El equilibrista
se quita la máscara de suicida
y descubre que las nubes nunca fueron veneno
Respira el dulce que desprende la sangre a esta altura

Lo confirma
sobre esta torre el cielo no existe
se arranca las ligas
libera los pasos
-y sin más aplauso que el silencio-
logra el sorprendente acto:
desciende el puente
y sale de la carpa
para nunca más volver

sábado, 5 de junio de 2010

Adriana Tafoya



Manon Azul es hija de la poeta Adriana Tafoya (Cd. de México,1974) y parte vital de su curriculun de vida.
Nota: La mamá de Manon Azul también es muy bella (y además juega muy bien el ajedrez)

QUEBRADIZA Por Adriana Tafoya



Apago la luz
mis ojos se mueren
con el zumbido de un pájaro
que me traga
que me esparce
y no deja guarecerme
de la lluvia y de mi cara
de los cantos del dolor
que el sonido marca
en las paredes
con los rasguños
trozados de mi espalda
cuando me fui con los hombres
para no buscarte
y con algunas parejas
para no envidiarlas
¿por qué me dejaste?
La carne grita de mi cuerpo

El abandono de mí es desposeerme
desgarrarme el vientre y odiarte
para querer morderte la lengua cuando me beses
y dejo caer mi cabello
caer los labios menguados
mis ojos se mueren
en el silencio del sonido me alejo
de los colores del misterio
para arrinconarme
cerca de ti
con los pies amoratados

martes, 25 de mayo de 2010

PENSARTE ANFIBIECIDA. Por Adán Echevarría. Del libro Detrás de la sombra, Editorial Homo Scriptum. 2009.



Has recorrido el cuerpo
has paseando tus sangrantes senos sobre mi cordura
¿qué te place mas que moverme sobre el equinoccio?
¿esta ratonera que soy?
¿esa gusanera que te va esperando en el hoyo?
Sólo un pedazo de carne se nos queda
y esta maldita razón de recorrerte
Me habitas
Aletean los cuervos y tus manos
se hacen pergamino para gritar mi nombre
En tu gemido de loba
me he quedado dulce
como la fruta que juntos comeremos
los últimos días de la palabra femenina
los últimos versos de la espalda
La huella sigue
continúa el árbol inquieto tiritando flores
inflorescencias en los párpados
y tus dedos de acero escarbando en la garganta

miércoles, 12 de mayo de 2010

LOS REPTILES NO TIENEN MEMORIA. Por Ariel García.


Concierto de Los Lagartijos en el Estadio Heriberto Jara Corona de la Cd. DE xALAPA


Para mis amigos de incontables y olvidadas batallas

No sabría escribir sobre el pasado. A veces pienso que todo fue un triste invento de mi imaginación. Dicen que en la facultad de antropología de la UV existió un grupo llamado los lagartijos1. Dicen que yo tocaba con ellos, pero quien más tocaba era Andrés Brizuela, de allí los otros virtuosos eran Homero Ávila y Juan Pablo Zebadúa, hoy ilustres y respetables doctores. Así que, amable lector, ponte de pie y salúdalos de mano.
Cuando era niño me burlaba de los viejitos porque me contaban la misma historia con diferentes y opuestos detalles, sonreía y pensaba: pinches viejos mentirosos, me quieren hacer wey. Pero a mis cuarentas descubro que toda memoria es una trampa, por ello es que decido desnudar los engranajes de la mía.
Manos a la obra.
Conocí a mis camaradas por un azar que no es casualidad. Íbamos en grupos diferentes del primer semestre de antropología y , con la natural asimetría de la vida, estuvimos en riesgo de no conocernos y coincidir. En una borrachera empezamos a dialogar sobre rock. En nuestra post adolescencia casi toda plática arañaba la superficie de las cosas, pero la realidad era más divertida de ese modo. A los dieciocho no hay mejor tema que la ausencia de futuro (y seguramente también de pasado). Miguel De la Madrid estabilizaba la economía de la nación con agresivas medidas neoliberales, la población empezaba a alebrestarse y ya se veían en horizonte los primeros nubarrones de la crisis post-electoral de 1988. El PRI sólo era el PRI, y nadie imaginaba la aparición de sus réplicas en la piel del PAN y del futuro PRD.
Dos temas dominaban nuestras preocupaciones: el rock y la democracia (o la falta de ella). Fue un acto pro-natura coincidir con el movimiento estudiantil conocido como Movimiento Democrático de Humanidades (MDH). Un amague del mismo se dio a finales de 1986 y su pleno desarrollo en 1987 (cronistas e historiadores, por favor no me corrijan que estoy escribiendo sin archivos a la mano). A la facultad, es decir, a mis compañeros, les debo la conciencia de tener derechos, aunque no los merezca ni los sepa defender.
Libertad y Democracia eran palabras casi sagradas para los jóvenes de mi generación. Esta generación era una incómoda minoría, hay que reconocerlo. Además el momento histórico era propicio, siempre es más fácil luchar contra un tirano (en nuestro caso el PRI), que construir verdaderos espacios de libertad y disonancia. Siempre es más fácil reclamar en lo abstracto que trabajar en lo concreto. Nuestro pequeño espacio de lucha fue la Unidad Interdisciplinaria de Humanidades de la Universidad Veracruzana, la unidad fue tomada más de treinta días que fueron los más felices de aquel año. Sería ridículo darnos baños de pureza. Nuestro pliego petitorio solicitaba mayor democracia a la autoridad y tal vez la caricia de alguna compañera. A mí nunca me tocó nada. Mis compas eran (son) unos hipergalanes, de esos que se daban el lujo de despreciar nenas por no estar a la altura de sus vidas. Eran unos castigadores. Vaya palabrita.
Con el paso de los años comprendo que Tiempo es una palabra capaz de fatigar el lomo de mis libros. El presente es caótico y sólo la distancia le da sentido. Un orden, un poquito mentiroso, pero orden al fin. Reconozco que mis datos no son precisos, y francamente esa época se me va haciendo cada vez más nebulosa. Tal vez porque ahora tengo un gramito de lucidez acepto mis limitaciones como aprendiz de roquero y futuro habitante de un Estado fallido. No obstante, puedo afirmar que éramos un buen grupo con un guitarrista genial, un gran animador en el bajo y la voz, un intelectual en ciernes en la bataca y un agregado cultural, que era yo, insoportable de tiempo completo.
Sobra decir que los aprecio por dejarme tocar. En verdad fueron muy tolerantes. Y esa paciencia rindió frutos en la posibilidad de ejecutar nuestras rolas en vivo (con más desgracia que fortuna). ¿Qué tocábamos? Buena pregunta, yo diría que tocábamos rock, pero, ahora que lo pienso, no éramos exactamente un grupo de rock. Hubo momentos en que el repertorio era más caribeño que rockero. Debo reconocer que nunca aprendí a tocar ritmos tropicales por más que Andrés y Juan Pablo se esforzaban en enseñarme. Por nuestras venas corría más feeling que técnica interpretativa, con la ya citada excepción de mis compinches. Unas baladas rancheras no hubieran caído nada mal.
He aquí un pequeño inventario de nuestras influencias musicales: Andrés : reggae y ritmos caribeños, y creo que algo de metal revuelto con merengue (es un tropo, no se confundan); Homero: pura vanguardia gringa y europea; Juan Pablo: iguanas con sus ranas, mas U2 y The Police; Ariel: Rockdrigo, los Beatles, el Tri , Rigo Tovar y la Sonora Matancera. ¿Qué resulta de todo eso? Pues eso, una mezcla (¿más mezcla maistro?) bastante interesante. Ahora comprendo porque la gente nos miraba con sorpresa y horror. Nuestra propuesta musical estaba reservada para mejores épocas. De un servidor mejor no opino, me gustaba tocar borracho para evadir esa verdad de no saber tocar, con el tiempo perdí el miedo pero no me volví valiente (ni aprendí a tocar).
Tocar es muy padre, creo que en esa época nuestras presentaciones eran puro acto de valor y casi una obra de teatro. De cada tocada se podía colectar cientos de anécdotas, algunas de humor delirante y otras poco afortunadas (como la vez que escapamos de la policía por un crimen que no cometimos). Además, tocábamos canciones propias, eso por iniciativa de los otros tres. Yo nunca vi a los covers con malos ojos. De hecho, esta escritura es un cover del tiempo que vivimos.


Ariel García, Andrés Brizuela, Homero Ávila y Juan Pablo Zebadúa, Los Lagartijos, con una grupie de aquellos tiempos.







Todo es político, me confesó Homero que le dijo Bono, el de U2, cuando les propuse tocar para los compas de pedagogía ¿Fue en el 90? (ellos, en su mayoría eran contrarios a nosotros, los libertarios y propietarios eternos de la verdad). Y como todo era político pues no tocamos. Hoy lo volvería a proponer y ganaría la discusión porque en lo nuestro, que era rock y los rollos libertarios nunca perdíamos. La fe nos hacía invulnerables a la autocrítica, y nos volvió completamente intolerantes (¡ah, touché!). Para mí el grupo era un Caballo de Troya, lleno de rebeldía, aún en territorio enemigo hubiéramos impuesto nuestra ley. No me disculpo pero acepto, en mi casi vejez, que es bueno amar ciertas verdades, aunque éstas no duren para siempre (será preciso llamarlas medias verdades). Era padre dar por sentado lo inevitable del cambio que borraría la miseria de Latinoamérica. Los ignorantes solemos ser ingenuos. Yo, y no sé cuántos más, esperábamos una transformación inevitable en el mundo. Veía un capitalismo herido de contradicciones, el Imperio Norteamericano se desplomaría por las fuerzas negativas que anidaban en su vientre como un alien que nunca brotó. Los cuentos infantiles nunca fueron mi fuerte. Y francamente, mi verdad sí peca y también incomoda.
Ese fue el problema, enviábamos balones a la cancha de la vida y la historia nos regresaba sandías (esta frase se la robé a Dirceu, pero ya quedamos en que no soy perfecto). Entre 1989 y 1991, el mundo cambió con una velocidad no vista desde la rendición de Alemania en 1945. Como en una película de avance rápido sucedieron las revueltas de Tiananmen, la caída del muro de Berlín, la ofensiva de FMLN sobre la capital de El salvador y los combates en hotel Sheraton, el bombardeo norteamericano a los barrios panameños en busca de un hijo de la chingada que ellos habían protegido, y luego en el noventa rugieron los panzers, perdón, los M2 Bradley, sobre las arenas de Irak. El futuro había llegado y nos agarró soñando, ninguno de mis compañeros esperaba la derrota electoral del Frente Sandinista, ni que Daniel Ortega se convertiría en el Marcial Maciel de izquierda latinoamericana. También empecé a dudar del castrismo. Para colmo, se estrenó la tercera parte del El Padrino, que fue una reverenda porquería. De allí p’al real todo fue cuesta abajo, por lo menos en mi vida.
En 1990 me fui a trabajar a Tantoyuca, Veracruz, y abandoné Xalapa, y dejé lugares y cosas que dan vida a estos recuerdos. No lo sabía entonces, pero Los Lagartijos se constituyeron en el núcleo de otro círculo de amigos, que gracias a Dios no eran similares a quien esto cuenta, pero eso sí, eran bien responsables y chambeadores, y que son mi otra familia.
Después llegué a Veracruz. El puerto merece un capítulo aparte porque me dio nuevos amigos, el regalo de la poesía, dos tumbas que son mi playa y mi refugio. La memoria de un huracán que ya no vive en mi cabeza.
Nunca volvía Xalapa, y en cierto sentido, este que escribe es un fantasma de sí mismo que agradece estar vivo y que de vez en cuando va a tocar unos rocanroles con Homero y Juan Pablo. El pasado es un libro personal que reviso muy poco. Pero cada vez que me acuerdo vuelvo a creer en el ayer y en toda forma de optimismo que valió la pena ser vivido. Creo en esta memoria que traiciona cuando me conviene y cuyas raíces son tan fuertes como la historia real de mi vida imaginaria. Creo en la mentira de ser los mismos que cuando empezamos. Creo en el silencio de nuestras canciones y en estas líneas cuyo punto no es final, pero también se le parece.
Tocar rocanrol es bueno para mi alma, es mejor que beber y tomar viagra, porque al final del día lo que arde en el corazón en sus cenizas permanece y con el tiempo resucita.
Ariel García Martínez
Desde algún lugar de la Avenida Encanto
Xalapa, Veracruz a 30 de abril de 2010
1 El grupo duró más tiempo, pero esa fue la primera época, desde la fundación en 1987, hasta mi partida en 1990.
2 Entre cuyas filas había mujeres bellísimas que tenían un mejor planteamiento teórico que las antropólogas.


viernes, 30 de abril de 2010

PARA KENIA. Por Ysabel Ramírez.




Detrás del caracol
los ojos de mi niña ríen
embelesados
¡Qué rítmico avance!
Sus negros rizos
tiemblan al vaivén de
una dulce carcajada
campanita tintineante
¡Ay, sol de mi corazón
cuántos besos he de darte!

viernes, 23 de abril de 2010

HUMOR Y LITERATURA. DÍA MUNDIAL DEL LIBRO Y EL DERECHO DE AUTOR. Por Jesús Garrido.





El filósofo griego Aristóteles afirmaba que el hombre es el único animal que se ríe. Las pesquisas e investigaciones histórico-literarias no alcanzan a dilucidar si el tal Aristóteles pidió perdón a los animales por tal desvergüenza comparativa. En todo caso, existe una larga lista de escritores que se valen de un recurso similar pero inverso (mostrar a los animales con comportamientos humanos) para, generalmente en tono humorístico, evidenciar defectos, virtudes, y aún tratar de moralizar y corregir al más corrupto de nuestra especie.
Ejemplos obvios y fáciles de este afán, a la vez pedagógico y artístico, son las fábulas de Esopo o Lamartine. O aquella de la hormiga y la cigarra de Félix María Samaniego que, de tan divertida, no me deja dormir todavía hoy, mucho tiempo después de pasada la infancia, pensando en la pobre cigarra muerta bajo el frío y la nieve del invierno por el único pecado de hacerse la vida más llevadera cantando y por no trabajar desaforada como la paranoica hormiga que no tenía tiempo ni para tomarse un cuarto de taza de café con sus congéneres. Un ejemplo humorístico-moralizante más reciente sería Rebelión en la granja, novela de George Orwell, donde se reproducen comportamientos de envidia, y de una enfermiza ambición de poder propias de los regímenes totalitarios.
Pero volviendo a Aristóteles, el problema de escoger una cita suya es que parece ser que la dijo o la escribió en serio, como también llegó a decir muy ceremonioso que el hombre es un animal político (zoon politikon). Ignoro cual máxima se le ocurrió primero, y si una es consecuencia de la otra. La mejor opinión al respecto la tuvo Sócrates: “yo sólo sé que no sé nada”. ¡Ay, los filósofos! (y los políticos, y los escritores), por eso nadie los toma en serio.
La palabra humor significa muchas cosas: temperamento, manera de ser, cualquier líquido del cuerpo del animal (otra vez los animales, acabará por darme zoofobia o zoofilia, en el buen sentido de la palabra) así como también genio, jovialidad, agudeza.
El humor propone más que un estado de ánimo o una tendencia. Cuando nos referimos a la expresión “el humor en la literatura”, hablamos, por supuesto de todo lo que nos hace sonreír o incluso soltar la carcajada. Herramientas valiosas son la burla, la ironía, el doble sentido. El humor siempre atenta contra algo o alguien, contra una idea o contra la sospecha de una falta de ideas.
Por redundante o Perogrullo que parezca, lo cómico empieza a expresarse en la comedia. Uno de los primeros comediógrafos, el griego Aristófanes hacía reír a los atenienses en el siglo IV antes de Cristo atacando verbalmente a los hombres, los filósofos, las costumbres, las instituciones y hasta los mismos Dioses, quienes, o tenían buen humor, a prueba de agravios, o no existían, porque al bueno de Aristófanes nunca le cayó un rayo ni tuvo necesidad de arrancarse, como castigo, los ojos ( o en este caso las manos) como le pasó a Edipo, personaje de otra obra dramática que, por tomarse la vida tan en serio, acabó matando a su padre y desposando a su madre. ¡Y luego se preguntan por qué el pueblo ha preferido siempre la comedia a la tragedia!
Los romanos modificaron la comedia e inventaron la sátira. Escrita en prosa o en verso, la sátira se burla en tono más directo de los aspectos ridículos de sus contemporáneos.
Siglos adelante, sería Moliere, retomando las características del teatro grecolatino, quien tomaría la bandera de hacer reír a su público con obras como Las Preciosas ridículas o
El enfermo imaginario.
Pero lo cómico no se limita al escenario. La novela española retoma, durante el siglo de oro, al pícaro de las sátiras latinas, tipo de personaje que, aprovechándose de los vicios y presunciones de ciertos actores sociales, saca el mejor partido de ellos, porque no tiene otra manera de ganarse la vida que su capacidad para comer y divertirse a costa de la gente fatua. Así se crean personajes jocosos como el Lazarillo de Tornes. No olvidemos, por supuesto, a Sancho Panza, personaje a quien el Quijote de Cervantes debe mucho de su carácter festivo. Sancho, sin ser propiamente un vividor, denuncia con su ingenuidad, a la sociedad de su época y aún da ejemplo de ingenio y sabiduría popular. El mismo don Quijote es un personaje cumbre que, a pesar de las opiniones de gente que nunca lo ha leído o no ha podido pasar del primer párrafo porque se le dificulta el lenguaje, (según dice) del siglo XVI, es extremadamente moderno. Alonso Quijano, alías don Quijote, representa en esa novela, el primer antihéroe, débil, humano, confuso y confundido por lo voracidad económica de los medios. A falta de programas televisivos como La Academia, u otros realities shows, telenovelas sádicas o cursis, o cintas de superhéroes, a Alonso Quijano lo enajenan los libros de caballería; de donde se puede sacar una advertencia: no todo lo que se lee es conveniente para la salud mental, por muy entretenido que sea o por muy guapos, o sexis que sean los vampiros de Anne Rice (por ejemplo), tengan la voz aterciopelada o se parezcan al compañero que se llega a la clase, ojeroso y sin rasurar, víctima de la resaca perfecta. Lo mismo podría decirse del maguito sonrics de Hogwarts (una escuela de magia y hechicería semejante a la Universidad Veracruzana, un CCH chilango o el bachillerato de el Colegio Hispano que dirige mi amigo, Jaime “Dumbledore” Velázquez.
El humor inteligente es preferible al de los lugares comunes o fórmulas hechas.
En México, son famosos los cuentos de Jorge Ibargongoitia, por su calidad irónica, su humor negro y modernidad hilarante.
Pero el sentido del humor no sólo produce textos cómicos por definición o clasificación, aún obras que tratan temas serios, incluso políticos, se ven matizados por toques humorísticos que nos hacen apreciar los giros que tiene la vida misma. Pecando quizás de oportunista pongo por ejemplo dos películas recientes que, partiendo de sendas narrativas, han tocado las puertas del cine comercial y el glamour de los oscares: ¿Quién quiere ser millonario? (Slumpdog millionaire) de Vikas Swarup y El extraño caso de Benjamin Button, relato corto de Scott Fitzgerald. La anécdota misma de estas dos obras; la primera, un tipo pobre de alguna ciudad hindú acusado de hacer trampa en un concurso de preguntas y respuestas, cuyo orden (critica acremente el escritor británico de ascendencia hindú o pakistaní Salman Rushdie) está inverosímilmente sincronizada a la continuidad biográfica del personaje: su origen de barrio pobre, la muerte de su madre, su amor de pubertad, etcétera. La segunda, un bebé nacido anciano que va haciéndose más y más joven cumpleaños tras cumpleaños, hasta morir en la cuna, ya casi centenario (ignoro si con los pañales bien puestos. Ambos casos, más que parecer simpáticos absurdos, representarían disparates ridículos sin el toque de humor correspondiente de parte del autor, pero, también, del lector.
He ahí una pista o evidencia. El humor necesita, sobre todo en las obras contemporáneas, de la complicidad y en muchos casos coautoría entre emisor y receptor.
Así pues y a riesgo de parecer insolente, espero que ninguno de ustedes, lectores a la antigua o modernos cibernautas, se esté haciendo el chistoso a costa mía.

ZAPATA, ESQUINA BOULEVARD por Jesús Garrido

El tiempo pasa de largo por entre las gotas sublevadas La ciudad empieza ahí donde la furia toca tierra y el mar parece reclamar po...