Por Mary Carmen Gerardo
El oficio de escribir en muchas ocasiones es
más que poesía… porque su donación es poesía… “Cientos de veces” recopila la historia de una poeta, Maliyel
Beverido, a lo largo de varios títulos y de varios años. Significa una
evidencia invaluable de que su compromiso con las letras ha sido continuo.
Cuando llegó el libro a mis manos y lo fui
leyendo con calma no tuve más que dejarme llevar por la palabra a través de distintos
terrenos mentales. No sólo por la consciencia de los estados y las emociones,
sino por la trascendencia de cómo
afectamos a los otros, cómo los acompañamos o nos acompañan dentro y fuera de
la historia.
“Cientos de veces” reúne textos publicados desde 1988 a 2005: Sámago, Otro viaje a Ítaca, Poemas del Grimorio, Elementos
Dispersos, Orión responde. En ellos, la
poeta se da, se entrega a la palabra.
Sámago, por ejemplo, inicia con una confesión:
“Escribo
para mover el aire
demasiado
quieto está…”
Porque el momento de inspiración es muy
breve. Sin disciplina, muchos versos se
quedarían en la mente del escritor: en las calles por donde camina cuando éstos
se le revelan. Así también, la vida es una continua lucha; para muchos,
interminable, pero para una poeta es mejor contemplar, participar antes que
quedarse en la pecera…
En ese continuo debate que es el diario vivir,
puede haber tantos amores como ideas. Y la palabra es amor, cuando quiere. Puede tratarse de un amor demorado cuando la
poeta medita en torno a ella (a la palabra)en epílogo
“Y se
encuentra…
rebuscada…”
Por otro lado, el lenguaje es amplio, tan
amplio que puede refugiar silencios. Maliyel los busca, sin importar
como éstos circunden la palabra. Hay amor en los poemas y en ese amor se
expresa, segura en su desobediencia, vacila entre el fuego y el frio pero no deja
de construir, explora la importancia de la memoria, de la imagen atrapada, en
la herencia de su padre.
Beverido explora en el tiempo, ¿para qué preocuparse por la muerte?,
si su poesía siente en la oscuridad.
Leo algunos versos:
“Hay
luces encendidas para nadie
en la casa y el cuerpo que la
habitan”
El amor, reflejo de uno mismo, sin cursilerías,
está presente en el poemario “Cientos de veces”: El amor,
resistencia a todas las inclemencias en el mundo. Conectarse al amor es
conectarse a sí mismo y no necesariamente porque necesitemos al otro sino
conectarnos en el otro.
Explorando los estados de ánimo, Maliyel nos
lleva a la tristeza, aquella escondida en la naturaleza, en la noche. Uno imagina
su casa, al leer los versos. La casa,
llena de objetos, oliendo a arte, haciéndonos descubrir que el café negro no le
gusta, que la historia de la cotidianidad es reinventada y que el amor es
vestido, tantas veces, que olvidamos lo negativo, lo sepultamos en las horas.
En Elementos
dispersos, recuperamos el aliento perdido a través del fuego plasmado por
Maliyel. Ahí, en contraste con otros de sus poemarios, cada poema tiene título
y a través de ellos recuperamos los gestos de las diversas caras de la
historia. Ahí los demonios tienen las distancias puestas, por ello Maliyel ve
al mar con sed, dibuja los años de su hijo, retrata con exactitud la admiración
que el mundo tiene ante la juventud, los instantes de precisión que pueden
fugarse al año siguiente.
¿Podremos comprender algún día el misterio de
la vida y la muerte? Los filósofos nos inundan con respuestas, pero hay gente
común, leída o no, que son filósofos y la poeta lo sabe porque recoge de algún modo sus sentimientos.
El poemario “Otro Viaje a Ítaca” está lleno de
objetos, del mar que se traga las botellas, del viaje a Ítaca donde las
piezas se iluminan, porque todo despojo tiene derecho a un pasado:
“…octubre
está presente en el alba y en el café”.
Mientras, “Poemas del Grimorio”, está lleno de preguntas donde la
hechicera contempla la flor, donde descubre el talento y dedicación del aprendiz.
Aprende lo que Edgar Morín escribió sobre el estado poético…
El estado poético lleva en sí la cualidad de
vida. Por tanto, la cualidad estética que puede sentir hasta maravillarse ante
el espectáculo de la naturaleza, una puesta de sol, el vuelo de una libélula,
ante una mirada, un rostro, ante una obra de arte… lleva en sí la experiencia
de lo sagrado y la adoración, no en el culto a un Dios, sino en el amor a la
efímera belleza. Lleva en sí la participación en el misterio del mundo.
La constelación responde, Orión desnuda las
palabras en el presente, en el ahora,
con el aire enrarecido de la página, donde una naturaleza protege con
coartadas, en que la tierra mira fijamente a la poeta y se abre paso entre sus
huesos, a sus poemas más actuales…busca
las inciertas huellas donde son dibujados.
Cientos de veces se nublan los ojos, sonríes
solapado, tengo una imagen del día, cientos
de veces, de manera sencilla… el mundo
se escapa y es atrapado en verso