Han pasado más de 150 años desde
que Charles Darwin publicara su obra fundamental, “El origen de las especies
por medio de selección natural o la preservación de las razas preferidas en la
lucha por la vida”, donde este naturalista inglés postuló que todas las
especies de seres vivos, sin excepción, han evolucionado con el tiempo a partir
de un antepasado común mediante un proceso denominado selección natural. Dicho
postulado causó mucha controversia pues si bien a la postre fue la teoría que
predominó sobre la explicación de cada especie de los seres vivos, en su
momento fue cuestionado, criticado y hasta tachado de hereje.
Hoy
en día no existe persona alguna que no conozca el concepto de evolución aún y
cuando no todos los seres humanos mostramos signos de ella. Es un concepto tan
familiar para todos que ya hasta se había vuelto insulso y banal.
Hoy en día, al inicio de la
segunda década del nuevo milenio, el concepto ha vuelto a cobrar fuerza pero a
otro nivel. Hoy no se habla de la evolución física de las especies (incluido el
género humano) sino de la evolución de las conciencias o la evolución de la
mente. Y es que quién podría negar que los niños de hoy poseen y manejan más
información de la que nosotros siquiera soñamos tener algún día. Hoy nuestros
niños y jóvenes opinan sin miedo y cuestionan con severidad los actos de los
adultos en busca de respuestas concretas y coherentes que den sentido a su
actuar diario. El ejemplo más claro de ello ha sido el dado en las pasadas campañas
de las elecciones federales con la puesta en marcha del movimiento “yo soy 132”,
donde jóvenes de distintas universidades a lo largo y ancho de nuestro país
olvidaron su estrato social, su formación académica y hasta sus rivalidades
interuniversitarias para decir a una sola voz “ya basta”. Ya basta de
manipulación. Ya basta de imposición. Pero sobre todo, ya basta de pensar que
no tengo criterio y que no sé lo que es mejor para mi o para mi país.
Decían
algunos que tanta fue la indignación ante la respuesta hacia los estudiantes que
se manifestaron contra Enrique Peña Nieto en aquella famosa visita a la Ibero,
que “se despertaron las conciencias políticas de todos los jóvenes del país”.
Permítanme diferir de quien creyó esto pues creo yo sus conciencias siempre
estuvieron despiertas, las que estaban y en algunos casos siguen dormidas han
sido las nuestras, las de los adultos que parece que ya hemos olvidado lo que
es pelear por nuestros derechos o que simplemente nos hemos dejado seducir por
la resignación a eventos que nos parecen irreversibles. En realidad ellos solo
esperaban su oportunidad y cuando ésta se presentó simplemente la tomaron sin miedo y con la
convicción de quien busca lo que es justo y correcto. Y al hacerlo reivindicaron
en mucho la conducta política de nuestra nación, señalando a todos los
políticos, de pasada, que México ya no es el mismo y jamás lo volverá a ser.
Hoy
en día, después de las elecciones del 1 de julio, el movimiento sigue vivo
aunque enfermo y viciado. En su afán por sumar a su causa la mayor cantidad de
gente posible se dejó infiltrar por personas, partidos y sindicatos cuyas
agendas políticas diferían enormemente de los conceptos básicos con que se
fundó este movimiento y sin darse cuenta de a poco estas adhesiones fueron
derivando en manipulación y ruptura por parte de algunos de sus integrantes. Empezaron
a formarse grupos de manifestantes agresivos y radicales que adjudican sus
actos en algunos casos hasta vandálicos al movimiento aún y cuando no
pertenecen al mismo derivando en la imperiosa necesidad por parte de los
dirigentes del movimiento de deslindarse de cada acto que se le adjudicaba al
mismo restándole de esta manera credibilidad y certidumbre al futuro de la
causa. Afortunadamente no es algo que no
se pueda corregir y todavía no es tarde para hacerlo, todo depende de la
voluntad conjunta de sus integrantes.
Sé
de antemano que el camino no será fácil para ninguno de los que decidan seguir
adelante con este movimiento. Los tentarán con ofertas que jamás soñaron; los
criticarán por cosas que jamás hicieron; los perseguirán y los difamarán. Pero
recuerden que lo que está en juego es el futuro de nuestra nación. Nuestro
futuro. Es mucha la apuesta como para rendirse y tirar la toalla. Hoy más que
nunca creo en esa frase que dice “nuestro futuro es hoy”. Hoy veo una luz al
final del camino. Esta en ustedes jóvenes universitarios el que esa luz se
extinga o brille con más fuerza que nunca. Está en ustedes que este movimiento
sea una anécdota más de estas últimas elecciones federales o que pase a la
historia como el inicio del fin de ese México corrupto e injusto en el que hoy
vivimos. Mi apoyo con ustedes porque “Yo soy 132”.
ACERCA DEL AUTOR:
Adolfo Salazar García nació en la ciudad Veacruz hace treinta y ocho años. Creció en la ciudad de Cuernavaca. Estudió en la Universidad del Sol. Vive en Temascalapa.
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