jueves, 19 de julio de 2012

ACERCA DE "YO SOY 132". Por Adolfo Salzar García.


Han pasado más de 150 años desde que Charles Darwin publicara su obra fundamental, “El origen de las especies por medio de selección natural o la preservación de las razas preferidas en la lucha por la vida”, donde este naturalista inglés postuló que todas las especies de seres vivos, sin excepción, han evolucionado con el tiempo a partir de un antepasado común mediante un proceso denominado selección natural. Dicho postulado causó mucha controversia pues si bien a la postre fue la teoría que predominó sobre la explicación de cada especie de los seres vivos, en su momento fue cuestionado, criticado y hasta tachado de hereje.
Hoy en día no existe persona alguna que no conozca el concepto de evolución aún y cuando no todos los seres humanos mostramos signos de ella. Es un concepto tan familiar para todos que ya hasta se había vuelto insulso y banal.
Hoy en día, al inicio de la segunda década del nuevo milenio, el concepto ha vuelto a cobrar fuerza pero a otro nivel. Hoy no se habla de la evolución física de las especies (incluido el género humano) sino de la evolución de las conciencias o la evolución de la mente. Y es que quién podría negar que los niños de hoy poseen y manejan más información de la que nosotros siquiera soñamos tener algún día. Hoy nuestros niños y jóvenes opinan sin miedo y cuestionan con severidad los actos de los adultos en busca de respuestas concretas y coherentes que den sentido a su actuar diario. El ejemplo más claro de ello ha sido el dado en las pasadas campañas de las elecciones federales con la puesta en marcha del movimiento “yo soy 132”, donde jóvenes de distintas universidades a lo largo y ancho de nuestro país olvidaron su estrato social, su formación académica y hasta sus rivalidades interuniversitarias para decir a una sola voz “ya basta”. Ya basta de manipulación. Ya basta de imposición. Pero sobre todo, ya basta de pensar que no tengo criterio y que no sé lo que es mejor para mi o para mi país.
                Decían algunos que tanta fue la indignación ante la respuesta hacia los estudiantes que se manifestaron contra Enrique Peña Nieto en aquella famosa visita a la Ibero, que “se despertaron las conciencias políticas de todos los jóvenes del país”. Permítanme diferir de quien creyó esto pues creo yo sus conciencias siempre estuvieron despiertas, las que estaban y en algunos casos siguen dormidas han sido las nuestras, las de los adultos que parece que ya hemos olvidado lo que es pelear por nuestros derechos o que simplemente nos hemos dejado seducir por la resignación a eventos que nos parecen irreversibles. En realidad ellos solo esperaban su oportunidad y cuando ésta se presentó  simplemente la tomaron sin miedo y con la convicción de quien busca lo que es justo y correcto. Y al hacerlo reivindicaron en mucho la conducta política de nuestra nación, señalando a todos los políticos, de pasada, que México ya no es el mismo y jamás lo volverá a ser.
Hoy en día, después de las elecciones del 1 de julio, el movimiento sigue vivo aunque enfermo y viciado. En su afán por sumar a su causa la mayor cantidad de gente posible se dejó infiltrar por personas, partidos y sindicatos cuyas agendas políticas diferían enormemente de los conceptos básicos con que se fundó este movimiento y sin darse cuenta de a poco estas adhesiones fueron derivando en manipulación y ruptura por parte de algunos de sus integrantes. Empezaron a formarse grupos de manifestantes agresivos y radicales que adjudican sus actos en algunos casos hasta vandálicos al movimiento aún y cuando no pertenecen al mismo derivando en la imperiosa necesidad por parte de los dirigentes del movimiento de deslindarse de cada acto que se le adjudicaba al mismo restándole de esta manera credibilidad y certidumbre al futuro de la causa.  Afortunadamente no es algo que no se pueda corregir y todavía no es tarde para hacerlo, todo depende de la voluntad conjunta de sus integrantes.
Sé de antemano que el camino no será fácil para ninguno de los que decidan seguir adelante con este movimiento. Los tentarán con ofertas que jamás soñaron; los criticarán por cosas que jamás hicieron; los perseguirán y los difamarán. Pero recuerden que lo que está en juego es el futuro de nuestra nación. Nuestro futuro. Es mucha la apuesta como para rendirse y tirar la toalla. Hoy más que nunca creo en esa frase que dice “nuestro futuro es hoy”. Hoy veo una luz al final del camino. Esta en ustedes jóvenes universitarios el que esa luz se extinga o brille con más fuerza que nunca. Está en ustedes que este movimiento sea una anécdota más de estas últimas elecciones federales o que pase a la historia como el inicio del fin de ese México corrupto e injusto en el que hoy vivimos. Mi apoyo con ustedes porque “Yo soy 132”.

ACERCA DEL AUTOR:

Adolfo Salazar García nació en la ciudad Veacruz hace treinta y ocho años. Creció en la ciudad de Cuernavaca. Estudió en la Universidad del Sol. Vive en Temascalapa.

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