Han pasado más de 150 años desde
que Charles Darwin publicara su obra fundamental, “El origen de las especies
por medio de selección natural o la preservación de las razas preferidas en la
lucha por la vida”, donde este naturalista inglés postuló que todas las
especies de seres vivos, sin excepción, han evolucionado con el tiempo a partir
de un antepasado común mediante un proceso denominado selección natural. Dicho
postulado causó mucha controversia pues si bien a la postre fue la teoría que
predominó sobre la explicación de cada especie de los seres vivos, en su
momento fue cuestionado, criticado y hasta tachado de hereje.
Hoy
en día no existe persona alguna que no conozca el concepto de evolución aún y
cuando no todos los seres humanos mostramos signos de ella. Es un concepto tan
familiar para todos que ya hasta se había vuelto insulso y banal.
Hoy en día, al inicio de la
segunda década del nuevo milenio, el concepto ha vuelto a cobrar fuerza pero a
otro nivel. Hoy no se habla de la evolución física de las especies (incluido el
género humano) sino de la evolución de las conciencias o la evolución de la
mente. Y es que quién podría negar que los niños de hoy poseen y manejan más
información de la que nosotros siquiera soñamos tener algún día. Hoy nuestros
niños y jóvenes opinan sin miedo y cuestionan con severidad los actos de los
adultos en busca de respuestas concretas y coherentes que den sentido a su
actuar diario. El ejemplo más claro de ello ha sido el dado en las pasadas campañas
de las elecciones federales con la puesta en marcha del movimiento “yo soy 132”,
donde jóvenes de distintas universidades a lo largo y ancho de nuestro país
olvidaron su estrato social, su formación académica y hasta sus rivalidades
interuniversitarias para decir a una sola voz “ya basta”. Ya basta de
manipulación. Ya basta de imposición. Pero sobre todo, ya basta de pensar que
no tengo criterio y que no sé lo que es mejor para mi o para mi país.

Hoy
en día, después de las elecciones del 1 de julio, el movimiento sigue vivo
aunque enfermo y viciado. En su afán por sumar a su causa la mayor cantidad de
gente posible se dejó infiltrar por personas, partidos y sindicatos cuyas
agendas políticas diferían enormemente de los conceptos básicos con que se
fundó este movimiento y sin darse cuenta de a poco estas adhesiones fueron
derivando en manipulación y ruptura por parte de algunos de sus integrantes. Empezaron
a formarse grupos de manifestantes agresivos y radicales que adjudican sus
actos en algunos casos hasta vandálicos al movimiento aún y cuando no
pertenecen al mismo derivando en la imperiosa necesidad por parte de los
dirigentes del movimiento de deslindarse de cada acto que se le adjudicaba al
mismo restándole de esta manera credibilidad y certidumbre al futuro de la
causa. Afortunadamente no es algo que no
se pueda corregir y todavía no es tarde para hacerlo, todo depende de la
voluntad conjunta de sus integrantes.

ACERCA DEL AUTOR:
Adolfo Salazar García nació en la ciudad Veacruz hace treinta y ocho años. Creció en la ciudad de Cuernavaca. Estudió en la Universidad del Sol. Vive en Temascalapa.
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