Mi hermano menor, José Luis, viajó a Brasil hace ya una década por motivos de trabajo. De allá me trajo, como souvenir, una playera de la selección brasileña y se reservó para sí un jersey del Flamengo, uno de los dos equipos más populares y poderosos, junto con el Fluminense, de Río de Janeiro. Cabe hacer mención que él nunca fue un apasionado del futbol y sospecho que su seguimiento por el Cruz Azul fue contagio mío, pero alguna otra tendencia futbolística debió contagiársele también por allá mientras bailaba la samba, que a fin de cuentas su verdadera pasión era el baile y su estancia coincidió con el Carnaval.
Flamengo, Fluminense, Vasco da Gama, el Santos de Pelé (así aprendí a nombrar al Santos de la ciudad del mismo nombre en el estado de Sao Paulo), junto con el Botafogo, Palmeiras o Gremio de Porto Alegre son nombres míticos tanto para nosotros en estas tierras de Centro y Norteamérica como para los propios brasileños. Quizá más para ellos, porque, dicen, para muchos fanáticos llega a ser cuestión casi religiosa. Pero junto a esos grandes nombres, existen decenas, quizás cientos de pequeños equipos profesionales (al fin la extensión del país es enorme) que no figuran en la divina nómina de uniformes y banderines sagrados. De allí, de esa masa casi anónima, al menos para el resto del mundo, surge de repente alguna escuadra indómita e inesperada que destaca en algún campeonato regional o nacional (el brasileirao), en la Copa Libertadores o en la Copa Sudamericana. Entonces, ante el equipo de nombre exótico, surge la pregunta ¿de dónde salió?, para lo cual la respuesta es “da igual, si es de Brasil, saben qué hacer con el balón”. Así pasó con el Sao Caetano, ahora vuelto a sus orígenes, es decir, descendido sucesivamente de la serie A a la B y luego a la C y actualmente en las catacumbas de la serie D. Pero el Sao Caetano alguna vez afloró en lo más grande del bresileirao y fue incluso subcampeón de la Copa América 2002.
Lo mismo puede contarse ahora del Chapecoense, con sede en la ciudad de Chapecó, en la zona oeste del estado de Santa Catarina: llegó a la Serie A apenas en 2014 y ya estaba dispuesto a jugar su primer final internacional ante el Atlético Nacional, de la ciudad de Medellín, Colombia. Si bien el Estado de Santa Clara se ubica en el sureste brasileño, de donde han salido los mejores futbolistas y los equipos más famosos, el Campeonato Regional Catarinense no está a la altura del prestigio
sureño, los clubes más importantes de dicha Liga: Avaí, Figueirense, Criciúma y Joinville y el mismo Chapecoense, tienen un historial más bien modesto, si no es que inédito, a nivel nacion
Leemos ahora acerca de la tragedia aérea, anotamos algunos nombres de la plantilla de jugadores: Alan Ruschel, Hélio Neto, Jakson Follman, los tres sobrevivientes; más los fallecidos Gimenez, Bruno Rangel, Marcelo, Lucas Gomes, Sergio Manoel, Filipe Machado, Matheus Biteco, Cleber Santana, William Thiego, Tiaguinho, Josimar, Dener, Gil, Ananias, Kempes, Arthur Maia, Mateus Caramelo, Aílton Canela, Caio Junior, Danilo; ninguno nos suena conocido internacionalmente, al menos de momento, quizás años adelante sea otra cosa. Pero no, ya no podrá ser, se ha cortado esa línea del tiempo.
Lo que sí, ante la lista y pese al momento triste, uno no puede dejar de notar cierta ironía: entre los jugadores, ahora víctimas, hay un Caramelo y un Canela y conociendo el tono festivo con el que el pueblo de Brasil relaciona la vida con el lenguaje, recordando como allá antes se reconoce el sobrenombre que el nombre propio, uno se pregunta si tal o cual será el alias o el apellido. ¿Alguen puede mencionar en este momento el verdadero o el nombre completo de Vavá, Romario, Pelé o Ronaldinho? Las palabras pueden ser también un dribling despegue el camino de la banda hacia el centro del área contraria.
Nadie esperaba la tragedia enmedio de la comparsa, pero, ante ella, el mundo del futbol se solidariza: su rival en la Copa Sudamericana solicita a la COMEBOL que el campeonato le sea asignado al Chapecoense, un equivalente a un título post morten. Y en la Liga Brasileña, varios equipos, sino es que todos, han ofrecido ceder jugadores gratis para que la franquicia no desaparezca, porque una vez pasado el duelo habrá que continuar el juego, la vida, en un gesto que va más allá del gastado “el show debe seguir”. Porque más que un espectáculo, hablamos de un juego, donde la pelota jamás es la misma en su devenir sobre la cancha.
En el accidente murieron, además de jugadores y cuerpo técnico del equipo brasileño, otra cincuentena de pasajeros. Descansen en paz. El futbol, aunque así lo quiera hacer parecer la FIFA y los patrocinadores de la infamia y la manipulación, no es una isla sin conexión con el trabajo, las saudades, el mundo en general.
Debo decir que la playera del Flamengo que compró mi hermano para sí ahora me pertenece. Se puede decir que también forma parte de la herencia recibida por mí a raíz de su muerte. De cuando en cuando suelo vestirla, es roja con negro, los colores del Flamengo, pero igual puede ser verde-amarela como el scratch, verde selva como el Chapecoense, o azul, como mi vida.