TEOREMA
Todo estriba en la demostración formal del teorema, la cual no se limita a la posición de los cuerpos en torno a un ángulo de noventa grados a mitad de la cama o a una triste repetición de las artes eróticas babilónicas (que con su pan se lo coma Nabu, el dios de las artes de escribir, o Istar, diosa del amor y los triángulos amorosos).
"Maldita Hipotenusa", repiten, de manera opuesta y adyacente, Cateto 1 y Cateto II, elevadas sus maldiciones al cuadrado, con la certeza de que, por cobardía, no podrán dar solución al dilema por sí mismos. Ha de ser ella, aludiendo al inverso del teorema, quien destierre de sí a uno o a otro, porque, en un mundo sin geometría como el nuestro, sólo uno de los lados ha de satisfacer la ecuación que la enamora.
II
MÚSICA
Había buscado tanto tiempo una señal. algún sonido consonante con el vaivén de su cintura: un golpe de martillo a razón de una octava, cristales quebradizos a intervalos rítmicos, la punta de una broca taladrando la madera.
Había cruzado medio mundo y la tonalidad de las islas, las cumbres somnolientas y las costas nupciales.
Había navegado, cabalgado, vendido y escondido tantos cuerpos.
Había perdido, finalmente, toda clase de armonía.
Entonces fue feliz, negándose a sí mismo.
III
LA NATURALEZA DEL AMOR ES MATEMÁTICA
Si Pitágoras no miente, guárdeme Aristóteles o Stephen Hawkins de dudarlo, el tiempo puede ser representado por ecuaciones; porqués totalizantes para acompasar la historia, explicar o despeñarla.
Si Pitágoras no se equivoca, o si no lo hace al menos muy seguido, el azar o Dios es predecible, tanto, como el amor cuantificable. Pero entonces, el deseo no sería múltiple y submúltiplo, raíz e impotencia, ábaco disléxico.
Sacando cuentas, si Pitágoras no miente y Freud no remoja sus barbas en algún sueño húmedo, la realidad sólo es conciente y construye su pobreza con la suma algebraica de todo lo que no es divino.
IV
PARADIGMA
He aquí algunos paradigmas desmentidos:
El mundo emerge desde su propio centro. En torno a él giran las luces y las miradas, los buques y los muelles que el astrolabio intuye al determinar la posición y altura de Venus sobre la bóveda terrestre.
El mundo nace, también, en el abismo que parte en dos tu cintura, cuando entre sueños te busco, solitario de cuarzo y salmuera. En torno a nosotros fluyen todavía, y de manera casi impronunciable, las leyes que solían regir los efectos y las causas*.
* Incluso ellas han sido derogadas, depuestas de números y significados. Son ya curiosidades geocéntricas, sin más alineación que el semen y la sengre.
V
METEMPSICOSIS
No eres, propiamente, quien roza con las yemas de sus dedos la resequedad de mi rostro, la flacidez de este vientre que nunca alcanzó a ser firme, la concavidad reciente de los muslos y la tibia confusión que desahabita mi cuerpo.
No eres tú quien deambula por el cuarto, sale desnuda del mismo, baja las escaleras y se sirve un vaso de agua en la cocina; la que denuncia el silencio del resto de la casa y la monotonía de los jardines vecinos.
Eres y no eras, semejante a los astros, a la cicatriz que orbita los planos conocidos, sin límites ni big bang; adherida a estos restos que no son, propiamente, los míos.
VI
PARES E IMPARES
Tomemos, por ejemplo, una noche sin estrellas, el sesgado discurso de su cortina de nubes, la inmediatez del lenguaje para decirnos quédate, muy quedo, como pendientes de la escasa luz que proyectan las naves mercantes y los remolcadores en la bahía.
La noche, sugieres, es impar hasta que alguno de los dos acceda al otro, hasta que el sofismo de los números encaje sus dientes en los labios ajenos y una señal compartida declare iniciado el escarceo, doble escaramuza robada a los espejos.
VII
POLIEDROS IRREGULARES
-Sólo existen- recuerdas la lección aprendida en aquella lejana clase de tu adolescencia tardía- cinco poliedros regulares: tetraedro, octaedro, dodecaedro, icosaedro y cubo.
Cinco
Poliedros
Regulares
Subrayas, y de repente, al tratar de recordar los irregulares, las cifras, formas y vocablos se adecuan a tus antojos:
Tres
Amantes
Desnudos
Tres
Ratones
Ciegos
Tus manos sostienen la imagen, recién impresa, casi mística y recién bajada de internet, de aquel trío fuera del modelo pero jamás fuera de foco: Paul Rée, Lou von Salomé, Friedrich Nietzche.
Me miras, sonríes y propones. Y yo, ecce home, geómetra pitagórico, reviso nuestra agenda y, olvidándome de prismas y pirámides, vuelvo a recitar el enunciado de un teorema formulado hace algún tiempo.