God is a Concept
by which we measure our pain
Jhon Lennon.
Don't believe in rock 'n' roll can really change the world… I...I believe in love
Bono
Track 1. Nuevo Instant Karma mejorado.
Ocho de diciembre: decididamente hoy no trabajo. No importa que sea día laborable. Desde hace algún tiempo cargo sobre mi piel la angustia sucia y sedentaria de las horas.
Hoy será diferente. Hoy vagaré todo el día por los rincones de mi cuarto y prepararé el cuerpo para los honores de la noche.
No atenderé las labores domésticas, acumuladas debido al mal tiempo. Me atrincheraré en la cama escuchando música –el viejo Lennon, por supuesto- y seguiré, por tercer día consecutivo, los consejos de Al-Nefzawi:
Aquel que se sienta demasiado débil para el coito debe beber un vaso lleno de
miel espesa antes de acostarse y comer veinte almendras y cien granos de
pino. Deberá seguir este régimen durante tres días. También puede machacar
semillas de cebolla, tamizar el polvo y juntarlo con miel, revolviendo bien la
mezcla y tomándosela en ayunas.
Así, cuando el sol se desintegre, saldré a la calle con nueva alegría bajo las ropas. Esta noche iré a casa de Ruth para vaciar mi dolor entre las piernas de Yoshiki.
Track 2. Mi mujer es una negra de mundo.
Yoshiki es el imposible nombre de la puta de mis sueños.
Oscura y malhablada, como guarida de malvivientes, ella es una mulata con sobrenombre asiático. No sé exactamente de donde viene, ella habla un español con acento emigrantemente afrancesado, pero al contrario de Jeanne Duval, otra puta famosa, Yoshiki no tiene nada de estúpida. Un día me confesó que su nombre lo había tomado de una poetisa decimonónica; que ha trabajado en burdeles de Estambul, Amsterdam y Barcelona; que domina todas las técnicas amatorias y que sus posiciones favoritas son la de la herrería, el arcoiris y el tornillo de Arquímides; que está en Veracruz sólo de paso y que la putería le encanta.
Track 3. Dios, parte III
Ella es un cuerpo sagrado. Su rostro, pequeño e indiferente, es la coartada perfecta para sus labios internos, abertura firme y elástica, labios húmedos y enfermizos.
Ella se monta en mi vientre, ella se encaja en mi sexo, ella suele decir mientras me domina con la presión de sus muslos contra mis mejillas:
“No creo en ti, ni en mí, ni en este momento.
No creo en tus sueños pobres ni en tu mísera dulzura.
No creo en la sombra que te proyecta como niño recién parido.
No creo en la muerte ni en el cielo maldito de tus lágrimas.
No creo en tu carne ni en las palabras del espíritu.
No creo en la vergüenza sumergida bajo la última gota de esperma.
No creo en mi cuerpo ni en el placer que lo define”.
Los pájaros se esfuerzan
