lunes, 20 de diciembre de 2010

CARTAS DE PAPÁ NOEL: ¿NAVIDAD SIN CORRESPONDENCIA? De los fantasmas de Dickens a la descristianización de las pascuas decembrinas. Por Jesús Garrido.




El término correspondencia hace alusión a las cartas que se despachan o se reciben, pero también al trato recíproco entre dos personas y a la relación que existe o se establece entre los elementos de distintos conjuntos o relaciones. Hablamos entonces de un mecanismo de comunicación humana y de correlación entre dos o más cosas.
Hay cartas que han trascendido su ámbito estrictamente personal, constituyéndose en paradigmas histórico-literarios. Tenemos, por un lado, Las cartas de Pablo a los corintios,  ejemplo del  afán de unidad y uniformidad entre los primeros grupos cristianos; Las cartas de Abelardo y Eloisa, visión invaluable de los códigos amorosos y el lenguaje utilizado en la edad media; o las modernas cartas de Jean Paul Sartré a Simone de Beauvoir:  Cartas al castor, espejos existencialistas de un mundo indeciso entre el amor y el hedonismo, entre los atavismos ideológicos y la incertidumbre de la post modernidad.
Estas y muchas otras misivas famosas fueron recopiladas y editadas en libros a favor de la cultura y la erudición pero acaso han sido leídas a nombre de la indiscreción y la curiosidad. En 1973, cumplidos tres años de la muerte de J. R. R. Tolkien, fue publicado el libro Las cartas de Papá Noel por la esposa de Christopher Tolkien, hijo del autor de El hobbit y El señor de los anillos y de toda una saga de literatura fantástica relativa a un mundo de ficción; la Tierra Media.  
John Ronald Reuel Tolkien nació en Bloemfontein, Sudáfrica en 1892, pero desde la edad de cuatro años se instaló con sus padres en Inglaterra donde estudió y se convirtió con el tiempo en un extraordinario filólogo, apasionado de las literaturas antiguas, tanto así, que yendo más allá de sus funciones como profesor de anglosajón en Rawlinson y Bosworth en la Universidad de Oxford y en Merton, recreó o reconstruyó dialectos que serían el habla de los personajes creados en su basta obra literaria.
Letters from Christmas father o Las cartas de Papá Noel, como se le conoce en español, está formado por la recopilación de las cartas que Tolkien escribió a sus hijos en Navidad desde 1920 a 1936. Las cartas, dirigidas a un público infantil, eran escritas supuestamente por el mismo Papá Noel y en ellas narraba sus aventuras en el Polo Norte rodeado de sus ayudantes, el Oso Polar, elfos y gnomos. Los documentos son extremadamente tiernos y enriquecen o actualizan la mitología europea de duendes y hadas y no guardan correspondencia directa con el cristianismo. Tolkien parece orientarse así, más que al consabido proceso de aculturización o sincretismo utilizado como estrategia evangelizadora, hacia una reinvindicación de las culturas sajonas primitivas en respuesta a la opresión de centurias por parte de la civilización judeo-cristiana.
El proceso, sin embargo, no inició con Tolkien, y acaso estuvo latente desde la conversión de los pueblos nórdicos al cristianismo , de ahí una buena parte de la ferocidad de la Inquisición durante la contrarreforma.
El camino en literatura, aunque no tan antiguo, también es culebrero: a long and winding road.  La canción (o cuento) de Navidad  de Charles Dickens es el primer y más célebre título del subgénero navideño. Más que una glorificación del culto religioso, La canción de Navidad es una obra precursora de Edgard Poe, la literatura negra y el cuento fantástico moderno. Charles Dickens traslada el peso de la historia no hacia los personajes humanos (con todo que el señor Schrooge, capitalista explotador que espía sus culpas pagando las fiestas, robe cámara en las versiones fílmicas o que el pequeño Tiny y su enfermedad y pobreza nos hagan pensar en una versión, ajustada al calendario decembrino, de Oliver Twist o David Copperfield, dos pequeños y sufridos héroes de la saga Dickensiana) sino a los fantasmas de las navidades pasadas, presente y futuras. La canción de navidad es un festín de aparecidos que destilan ectoplasma en contra de quien no quiere consumir los productos de la temporada.
Fiel exponente de su época y su geografía, Dickens evidencia el afán de la religión protestante hacia la practicidad y la desmitificación de la vida moderna, pragmática y tecnológica. Instalado en la Inglaterra industrial y racionalista de fines del siglo XIX, Dickens es un ejemplo del realismo a la inglesa: su obra trata de reflejar los acontecimientos que preocupan a la primera sociedad mayoritariamente urbana del mundo. Por eso se solaza en el sufrimiento de la clase proletaria, son años de un capitalismo a ultranza, saturada de hollín, madres solteras, niños huérfanos y bastardos. La narrativa de Charles Dickens no está exenta de cierta carga de piedad y esperanza, contradicente del naturalismo-realismo literarios, pero acaso tenga que ver más con su propia experiencia de vida y con el moralismo imperante en la Inglaterra victoriana.
Los ejemplos de la atenuación o anulación del matiz religioso en el género se suceden, uno  tras otro, pasando por El casacanueces de Hoffman y El Grinch.
La tendencia es heredada por el cine: El expreso polar o los patéticos y/o desafiantes cromos insertados en Gremlins y en el colegio Hogwars de Harry Potter.
Volviendo a las cartas de Tolkien, las últimas las firma el elfo Ilbereth, al que Papá Noel nombra su secretario personal. Suponen la despedida de un mundo pleno de aventuras que sería imposible y sacrílego hacerle pasar a Cristo, con gnomos, hombres y niños de nieve, elfos rojos y verdes, intrigas y duendes malignos. Sólo faltaría, como epílogo o tarjeta postal, un hobbit gordo y rubicundo, como lechón recién horneado, tartamudeando: “Eso es to, eso es to, eso es todo, amigos”.

sábado, 11 de diciembre de 2010

EL NOBEL Y EL ESCRIBIDOR. Por Jesús Garrido


Puede usted borrarlo de su lista, “Escritores favoritos que nunca han ganado y seguramente nunca ganarán el Premio Nobel de Literatura”: Mario Vargas Llosa, el escritor peruano, el nativo de Arequipa, ex candidato a la presidencia de su país, el “Marito” de una novela deliciosa y en gran parte autobiográfica, ha recibido este 10 de diciembre de manos del rey Carlos Gustavo de Suecia la medalla y el diploma que lo reconocen como el ganador del máximo galardón literario en una ceremonia celebrada en la Sala de Conciertos de Estocolmo.

Mario Vargas Llosa es un “escribidor” potente que, parafraseando a Salvador Elizondo, sólo puede recordarse a sí mismo imaginándose escribiendo que ya había escrito lo que nunca se hubiera imaginado escribir. Como todo gran novelista aprovecha todo lo que su capacidad y su medio ambiente le proporcionan, destreza lingüística, experiencias personales, archivología histórica, política contemporánea, modas, cambios en los roles sociales y de pareja. Dueño de una personalidad a medio camino entre autorrealización y el egocentrismo, no teme la controversia, antes bien parece apasionarle la provocación al expresar, sobre todo en sus ensayos políticos y crítica literaria, las opiniones más subjetivas, sin más fundamento que las vísceras: “el escritor es egoísta por sí mismo para poder escribir”.

Acaso tenga razón, en todo caso, la Academia Sueca argumentó su preferencia por el escritor sudamericano “por su cartografía de las estructuras de poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo." Y efectivamente, el individuo es el centro de su obra, sus limitaciones, su impotencia, no a la manera de los antiguos griegos ante los dioses eternos, sino ante el poder político, la intolerancia social, la economía olímpicamente asfixiante. Oráculo implacable, Vargas Llosa no es de ninguna manera conmiserativo con sus personajes, no duda en sacrificar la virilidad de un jovencísimo estudiante ante la fiereza de un perro furioso, o en exponer con social sorna la obsesión por la decadencia física y mental de un argumentista de radionovelas.

Si habría que escoger alguno de esos personajes para representar al autor, escogería al pequeño niño manipulador y perverso de (Elogio a la madrastra) por encima de el joven aspirante a novelista que sueña con irse a París a la manera de los intelectuales de su tiempo (La tía Julia y el escribidor)

Por lo que hace a su obra, habría que dividir sus más de cincuenta años de carrera en tres épocas. La primera, la del “boom latinoamericano”, etapa que se caracteriza por un aprendizaje vertiginoso, una gran vitalidad y donde publica una colección de títulos que quizá signifique lo más representativo para sus más fieles lectores: La ciudad y los perros (1962), La casa verde (1966), Los cachorros (1967), Conversación en La Catedral (1969), Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977).

Vendría después los años de la madurez: La guerra del fin del mundo (1981), Historia de Mayta (1984), ¿Quién mató a Palomino Molero? (1986), El hablador (1987) y Elogio de la madrastra (1988). Es en esta etapa que Vargas Llosa consigue un producto maestro, evidencia de su capacidad de crear y recrear universos totales, La guerra del fin del mundo, novela que mereció el reconocimiento aún por parte de sus detractores y enemigos. ¡Y vaya si don Mario los tiene en buen número!

Lituma en los Andes (1993), Los cuadernos de don Rigoberto (1997), La Fiesta del Chivo (2000), El Paraíso en la otra esquina (2003), Travesuras de la niña mala (2006), El sueño del celta (2010), representan los últimos años, la continuidad, la constancia, la reincidencia.

En su discurso de aceptación, titulado Elogio a la lectura y la ficción menciona: “Aprendí a leer a los cinco años en la clase del hermano Justiniano, en el colegio de La Salle, en Cochabamba, Bolivia. Es la cosa más importante que me ha pasado en la vida”. Más adelante dijo: “No es fácil escribir historias. Al volverse palabras, los proyectos se marchitaban en el papel y las ideas e imágenes desfallecían. ¿Cómo reanimarlos? Por fortuna, allí estaban los maestros para aprender de ellos y seguir su ejemplo”.

En fin, Mario Vargas Llosa es el ganador del Nobel de Literatura 2010 y vuelve a desatarse la discusión cíclicamente anual de los merecimientos o desmerecimientos. Por lo que a mí respecta, me vale un pepino (no creo a estas alturas en los adjetivos reverente y/o irreverente) este tipo disertaciones, comparables más con las clasificaciones mensuales de la FIFA o el pordioserismo mediático de Iniciativa México. Sólo celebro, además de los 74 años cumplidos del escritor galardonado, el recuerdo de mi primer acercamiento con su obra. Leí La tía Julia y el escribidor a mediados de los ochenta, tendría yo la edad de Marito, el escritor incipiente que agrega a su aprendizaje estilístico, el sentimental, enamorándose de una hermana de su tía política. Por supuesto que no aprendí ninguna técnica amatoria que me sirviera con mujeres mayores o menores, púberes o senectas. Lo que me impactó fue una voz afín y el descubrimiento de vetas imaginativas.

Ahora, muchos años después, cerca de la edad de Pedro Camacho, (la cincuentena, la flor de la edad) confirmo, tomando la noticia del Nobel como pretexto, que hay que tomar la vida cuando se nos da así, desnuda y agraciada. Al fin y al cabo derrotas o incertidumbres, reales o ficticias, nunca faltan.

lunes, 6 de diciembre de 2010

CRÓNICAS DE LAS “COSAS DE LOCOS” Por Enrique Patricio.



I

(Hay “de locos a locos”)



Hay locos que viven...

que no nada más sobreviven,

pues más que aventurados viven

(que no sufren, gozan).



Son locos que sólo tienen

a flor de piel

sus cinco sentidos

(y un extra)

no requieren más.



Jamás beben una

gota de alcohol

o se drogan

no lo necesitan

(son locos, sí

mas no idiotas)

no agreden

ríen.



II

(El “loco”...¡lotería!)



Esa “sinrazón”

deambulante por los caminos

pareciera ser, al menos,

una suma máscoherente

en la vida

contemporánea

que muchas “razones” nuestras.



III

(¿Habemus...”locos”?)



Por momentos

Algunos pensarían

-aunque no es verdad-

que concluyente es

y que preferible sería

hoy privara más esta demencia

(...la de

los desequilibrados

“ trastornados

“ enajenados

“ desajustados

“ descontrolados

“ desbarajustados

“ extraviados

“ alucinados

“ desorbitados

“ disparatados

“ ,,,,

y demás “orates”

con dislates que les hacen

vivir volando...);

eso antes

que, por ejemplo,

una locura asesina,

sea cual fuere

su “Gran Razón”.



IV

(“Epíloco”)



...Y usted, cuerdo amigo(a)

¿A qué “sin sentido” viene hoy apostando?

ZAPATA, ESQUINA BOULEVARD por Jesús Garrido

El tiempo pasa de largo por entre las gotas sublevadas La ciudad empieza ahí donde la furia toca tierra y el mar parece reclamar po...