martes, 30 de noviembre de 2010

ALÓ MMXiCO Por Gabriel Fuster.


1. ¿TE VAS, ZAPATA?



Claro que no, tengo coche. Voy a ponerle otras monedas al parquímetro. Ni que lo digas, la siembra en las calles de estas plantas metálicas que reordenan el estacionamiento y una sobretasa de semáforos, hacen la diferencia palpable entre evolución y revolución. Emiliano Zapata espera el día en que el lumpen proletariat ponga el Status Quo de cabeza otra vez. Viva la revolución. Adelita se detiene frente a la farmacia y cuenta sus centavos: “Espérame, no me tardo. Voy a comprar unas toallas”. Viva la menstruación. Revolución, menstruación, da lo mismo, lo importante es que corra sangre. Ella se toma un buen rato para salir. Emiliano camina unos pasos para quedar fuera del rango del sensor. El chiflido de las puertas corredizas al abrirse, convierte al Huapango de Moncayo en algo fácil de silbar. Al igual que el lenguaje común de los graffiti, la frase correcta, en el momento preciso, puede iniciar la revuelta armada. Marcador final: América 4 - Chivas 0. Encontrando un reposo sobre la ancha base pétrea de la fachada, Emiliano enciende un cigarro y cavila en que “Tierra y libertad” son de las palabras más gastadas, luego de “supercalifragilisticoespialidoso”. El cielo amenaza con llover, pues hay cosas que nos reclaman la demostración de su caída. Emiliano endereza la espalda contra la pared y junta los talones. “Al diablo con el pinche pañuelo”, exclama y arroja las llaves del auto, lejos. Quieto, en el punto autorizado para pedir limosna o tirar la basura, únicamente inflama el pecho al escuadrón de fusilamiento. Acuérdate que si no recibes el tiro de gracia, vas a despertar en manos de un psiquiatra. Adela sale de la farmacia y no encuentra a su acompañante. Debió irse a pie. Razón de sobra, para que Adelita se fuera con otro. Ahora vamos a contar el chiste más despacio para que lo entiendan los esquizofrénicos. ¿Te vas, Zapata? Claro que no, llevo caballo. El tiempo no es lo mismo que el clima, pero cuando viajes en el tiempo, busca en tus bolsillos por estas monedas antiguas de cobre, para partirles la cara. Fijar una sociedad más justa no tiene precio, dijo el EZLN, estacionado largamente en Chiapas y conociendo 156 formas de matar al inspector de las multas. Viva el amor a la mexicana. Para todo lo demás, existe Master Card.



2. HACIENDO UN PANCHO



¡Vean al sorprendente Centauro del Norte! ¡Un caballo con cabeza de conejo y cuerpo de conejo! ¡Oh, se aleja galopando al este! Ay, me quiero volver chihuahueño, pero me carga el problema de las pulgas. Vuelvo a Maquila Town, como es conocida la frontera más fabulosa y bella del mundo. Vuelvo al punto geográfico donde te conocí. Voy a acampar con mi saco de dormir, porque no pienso moverme de aquí. Tengo un pedazo de cartón donde escribí algunas palabras, diciendo: “Si conoces a Martina, dile que estoy donde la primera vez”. La gente que cruza el puente internacional Matamoros-Brownsville todos los días, intenta darme dinero en la mano. No estoy quebrado, sólo tengo el corazón roto, explico. Ahí sigo sin moverme de sitio. Hubo una vez una montaña con espíritu de viajero, pero mi replica de inmueble olvidado pace en una pila de mierda. Escrito está que si la montaña no viene a Mahoma, Mahoma va a la montaña. Y si se juntan los mares con los ríos, por qué no juntar tus pelos con los míos. La policía migratoria me dice: “Hijo, no puedes dormir a la intemperie entre dos países”. Técnicamente, espero por alguien. El detalle es que puede llevarse un día, un mes, un centenario. Llueva o brille el sol, es el único lugar de la tierra donde debo estar. Al igual que obedece la ley de asentamientos para un picnic, tirar un pedo al aire libre se entiende como demarcación de territorio. Probablemente seré famoso, como el hombre que no se podía mover de su lugar. No es raro que uno se haga héroe por hazañas pequeñas, pero el amor te hace perder la cabeza, especialmente para exhibirla en un salón secreto. Que chingue a su madre el trastorno del toloache. Por otro lado, el bandolero sólo tiene un amor, su machete. Y si quiere compañía, va y toma un perro de la calle y lo amarra a su casa y ya. Si quiere tragar, que se las ingenie. Yo no tengo diamantes bajo mis zapatos, sino un enorme agujero negro de masa estelar, provocado por tu terquedad de esconderte en el centro de la luna. Me verás en la noticias y tomarás un taxi para venir aquí. O quizás no signifique nada el extrañísimo viaje que hago en todas las sintonías de radio bemba. El que fue a la villa, perdió su silla, pero deja el lugar al encargado de recoger todos los celulares que impulsa la marea. Es el enviado por su madre para desalojar al poblador de Liliput. Pésimas repercusiones de la bluesología para un punto de encuentro. Y todas las veces que ella viene, desaparece. Dicen que la fe mueve montañas, pero recientemente la dinamita ha resultado más útil, donde estorba la perennidad de esperar.

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