domingo, 23 de noviembre de 2008

Sin campo, la tristeza. Por Jaime Velázquez





Las tardes de la muerte,


los domingos en el jardín,


cesaban su paso las gentes


y dolidas preparaban sus oraciones.




La paz, como sol exhausto,


busca el calor del infierno.


Puedo contar los ralos ayes


de las palomas de fuego:


son segundos, del silencio ecos.




El árbol esconde la muerte;


su sombra, mi asombro.


Soy yo, que empiezo a irma,


que vivo desde mi encierro


el misterio de no tener


pensamientos elevados

1 comentario:

Anónimo dijo...

Jaime, qué gusto leer esas líneas, este blog que abre Jesús anuncia que la mafia está de regreso. ¡Salud!
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