miércoles, 16 de junio de 2010

Andrés Bustamante en Televisa: el fin de la comedia mundialista. Por Ariel García.



La aparición de Andrés Bustamante en el programa de Televisa, “Primero el Mundial”, ha suscitado una gran cantidad de reacciones. No podría ser de otra manera. Hay quienes, como un servidor, lo recuerdan desde aquellos lejanos tiempos de Imevisión, que era la televisora estatal, en el programa de “Los Protagonistas”, dirigido por José Ramón Fernández. El país era muy bello, los dinosaurios gobernaban la tierra y todavía nos curábamos la gripe con plumas de gallina negra, cuando Andrés Bustamante y Víctor Trujillo innovaron la hechura de los programas deportivos y el humor se convirtió en la nota precisa de esa enorme sinfonía que son los mundiales y las olimpiadas. Antes de ese periodo los programas deportivos parecía diseñados por el hermano Jorge de Burgos, el bibliotecario ciego de la novela El nombre de la rosa, quien odiaba la risa por considerarla un acto propio de los monos. Yo no tengo bronca con los changos y, como buen primate, los considero mis hermanos.
Desde entonces, copiando el formato, los programas deportivos de Televisa empezaron a aderezar sus contenidos con actores comediantes hechos en la empresa. Me parece que allí está uno de los puntos de disonancia que incomodan al colectivo: el tipo de humor que maneja Televisa. Sin mayor asomo de pudor, escritores e intérpretes, estructuran sus rutinas sobre la base del doble sentido, la discriminación, la misoginia y el machismo. Hay vastos ejemplos, algunos muy desafortunados como el del comediante Sammy o el caso del conductor Esteban Arce, de lo que significa el humor marca Televisa.
En tiempos de la segunda guerra mundial se decía que los altos oficiales nazis cuando escuchaban la palabra cultura sentían el impulso de sacar la pistola. Tal parece que los altos ejecutivos de Televisa (y también de TV Azteca) aplican el mismo principio en el caso de la inteligencia. Es allí donde Bustamante no encaja, su estilo de hacer humor es inteligente y muy bien trabajado. Uno de sus personajes más célebres es “Ponchito”, una extraña derivación de Cantinflas posmoderno con camisa hawaiana, personaje que el propio creador define como “positivo y aspiracional”, que no siempre gana pero que no se achicopala ante la derrota. Aparentemente desclasado, “Ponchito” parece un clasemediero nacido en barrio bajo, con problemas de dislexia y un gran espíritu emprendedor. Otro personaje entrañable es el de “Horacio Cascarín”, quien representa al director técnico que los mexicanos llevamos dentro. “Horacio Cascarín” es un maestro en el arte de interpretar el futból mexicano. Sabe con claridad meridiana que lo nuestro no es el “jogo bonito”, ni la “garra charrúa”, que si algún día ganamos el mundial será por pura suerte y una gran dosis de colmillo, es decir, de astucia y/o maña. En resumen, sus personajes no poseen nada y al mismo tiempo todo lo tienen. Se desplazan por esos mundos imaginarios sin miedo de vivir ni de soñar.

Finalmente, todo escritor es dueño de sus obras. Es verdad que a veces nosotros como público nos sentimos co-propietarios de los personajes que nos resultan entrañables, pero la verdad es que si algún humorista ha defendido su autonomía creativa sin menoscabo de la independencia económica ha sido Andrés Bustamante. Creo que allí está el meollo del asunto. Bustamante no apareció como empleado de Televisa, sino como invitado. Según sus propias declaraciones no ha firmado contrato y por lo tanto visitó el programa como un acto de elección personal. Y aunque fuera contratado por el consorcio, mientras su trabajo conserve los mismos niveles de calidad, no habrá nada que reprocharle y sí mucho que agradecerle por hacer más disfrutable el mundial. Un torneo que a veces amenaza con acabar con el futbol-espectáculo desde que Carlos Caetano Bledorn Verri, Dunga, decretó la muerte del “jogo bonito”, con único propósito de ganar la sexta estrella mundialista para Brasil.

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